Al abrir el blog esta mañana, me encuentro con que al parecer una máquina ha censurado una enorme cantidad de mis posts, por ser inadecuados para la comunidad (supongo que quieren decir pornográficos o algo así).
En realidad, ni uno solo de esos cientos de posts censurados (¡y suprimidos!) son pornográficos. Revela una gran estupidez consentir que un algoritmo confunda una escultura de Miguel Angel con un fotograma del cine porno.
Así que, se acabó. Seguiré escribiendo a diario, pero publicaré en un wordpress. Este es el último post que incorporo aquí. O más bien el penúltimo, porque me falta indicar dónde se me puede encontrar. Cosa que haré en breve, por si hay alguien que me echa de menos.
Saludos cordiales, señores de Tumblr. Que les vaya bien.
Character is Destiny
Cuentan los medios que, uno tras otro, los argonautas van abandonando a ese Jasón leptosomático y un tanto corcovado al que un día juzgamos capaz de navegar desde el Págasas de la Puerta del Sol hasta la Cólquide de la Moncloa.
-Es el destino–dice uno de mis compañeros de cena, comentando la noticia de esta enésima defección que deja al núcleo irradiador aún menos radiante, como si un designio fatal estuviese convirtiendo en desertores a sus camaradas de primera hora.
–Es el carácter–añade otro comensal.
–Ambas cosas son lo mismo–tercio dogmático yo mismo, mientras apuro la segunda copa del excelente malbec mendocino, que acabamos de descorchar.
Me piden que me explique. Y me explico. Aún queda vino.
Les digo que Heráclito nos lo dejó dicho: ἦθος ἀνθρώπῳ δαίμων, ethos anthropoi daimon, esto es, los hábitos de un hombre son su espíritu-guía personal.
La palabra ethos que Heráclito utiliza define nuestras costumbres, nuestro modo habitual de ser.
El daimon, a su vez, es el demonio o angel personal, es el espíritu protector que el destino o los dioses nos asignan cuando venimos al mundo.
Según nos cuenta Hesíodo, los hombres de la Edad de Oro se convirtieron por voluntad de Zeus en daimones o protectores de los mortales.
A cada individuo al nacer, le era asignado un daimon, acaso por azar. Y ese daimon, acompañándole siempre, interactuando con la persona en la instancia misteriosa de la conciencia, era en buena medida quien definía su experiencia vital.
Por ello, entre los antiguos griegos, daimon significaba también el Destino, la Suerte o la Fortuna que condiciona fatalmente la vida de un hombre.
Se entiende entonces el tricolon del oscuro sabio de Efeso: lo que nos pasa, nos pasa por lo que somos, no por lo que nos rodea. Yo soy yo y mi circunstancia, de acuerdo, pero es que mi circunstancia es cosa mía; la creo yo.
Cometemos una y otra vez los mismos errores; nos suceden una y otra vez los mismos percances; tropezamos una y otra vez en la misma piedra…y todo ello no por efecto de ningún fatalismo supremo, o del karma, sino porque hay algo en nuestra forma de ser y vivir que permanece en nosotros quizá desde que somos niños y que explica la reiteración de lo que nos sucede, sea bueno o sea malo.
Este ethos anthropoi daimon de Heráclito es lo que explica el omnipresente dictum “el carácter es el destino”. Un verdadero topos de la cultura occidental, especialmente en su forma inglesa: character is destiny.
Hay algo de “character is destiny”, hay algo de tragedia de Shakespeare en la trayectoria fulgurante del ese adusto personaje que combina rasgos de Macbeth y Julio César, y que emergió del 15M como una rutilante estrella matutina, para irse apagando después casi con la misma celeridad, a fuerza de abandonos, querellas y desencuentros.
Character is Destiny.
Sí. Porque entre los cinco o seis millones de errores que nos es dado cometer, resulta que siempre acabamos cometiendo los cuatro o cinco de siempre.
“Why repeat the old errors, if there are so many errors to commit?”, se preguntaba Bertrand Russell. La respuesta la tenemos desde el siglo VI a.c, y se la debemos a un críptico pensador de Asia Menor.
Y poniendo punto final a mi perorata con esta muestra de mi inagotable erudición, compruebo horrorizado que mis compañeros de cena ya han dado buena cuenta del Los Haroldos, Reserva de Familia.
Me lo merezco.
Ene19
La Isla de los Sentimientos.
Me protesta Mercedes diciéndome que ya casi nunca escribo aquellos cuentecitos que hace años publicaba por aquí.
Me pide que vuelva a las andadas. Que ya está cansada de tanto post árido y sesudo.
Así que solo por complacerla, se me ocurre contarle una breve y tierna fábulita:
Erase una isla-le digo-en la que habitaban todos los sentimientos.
Un día, llegó a la isla una voz de alarma.
Por el calentamiento global, el nivel del mar subiría muy pronto y toda la isla quedaría sumergida bajo el agua.
Asustado, uno de los sentimientos de la isla, el Amor, se apresuró para avisar a todos los otros sentimientos para protegerles.
Gritaba el Amor por todas partes anunciando que la isla estaba a punto de ser inundada.
Todos corrieron a las pequeñas barcas para ponerse a salvo. Es usual hacerle mucho caso al Amor.
Pero el Amor se demoró en embarcar. Quería aprovechar hasta el último minuto en su isla de los sentimientos, que él tanto quería.
Y el agua subió y subió, pero el Amor, siempre tan obstinado, no abandonaba la isla.
Cuando el Amor ya tenía el agua por las rodillas pidió ayuda a los otros sentimientos. Comenzó por la Riqueza.
“Riqueza, ¿me dejas sitio en tu barca?”
Pero la riqueza le dijo que no era posible, pues la su barca estaba cargada de oro y de plata.
El Amor pidió entonces ayuda a la Vanidad. Y la Vanidad respondió: “no, ni hablar, yo tampoco puedo, porque si subes, llenarás de polvo y arena mi preciosa barca”
Un poco más allá estaba la Tristeza. Pero también rechazó la petición de ayuda del Amor: “No, no puedo hacerte un sitio aquí; estoy tan triste que prefiero estar sola en estos momentos”
Y en fin, junto a la Tristeza, estaba la Alegria, pues ambas solían ser compañeras inseparables, poniéndose cada una en el lugar de la otra a cada rato y por riguroso turno.
“Alegría ¿puedo irme contigo?” Suplicó angustiado el Amor.
Pero la Alegría estaba tan contenta celebrando que estaba a punto de salvarse de la inundación que no escuchó los ruegos del Amor.
Cuando ya estaba resignado a ahogarse, el Amor pasó junto a un viejo de larga y blanca barba que arrastraba su destartalada barca hacia el mar.
“¡Sube, Amor, yo te llevo!”, dijo el viejo.
El Amor se sintió tan aliviado que subió en silencio a la barquita y ni siquiera le preguntó al viejo su nombre.
No tardaron en llegar, El Amor y el viejito, a una isla próxima, que aún estaba a salvo de la crecida de las aguas.
Allí estaban otra vez reunidos todos los sentimientos.
Caminando por el playa, el Amor se cruzó con su amiga la Sabiduría.
“Sabiduría, ¿podrías decirme quién es este viejito que me ha salvado trayéndome hasta aquí en su barca?
“Seguro”, contestó la Sabiduría. “Ese viejo es el Tiempo”.
“¿El Tiempo?”, replicó extrañado y hasta un poco temeroso el Amor, “Por qué ha tenido que ser el Tiempo quien me ha acogido en su barca, si yo casi nunca he pensado en él?”
“Pues porque solo el Tiempo es capaz de reconocer el verdadero Amor”, respondió la Sabiduría.
De raíces.
A Marta le llama la atención que el político de moda, ese del gesto siempre adusto y pistola al cinto, Bruselas (o sea, la Unión Europea) está empeñada en destruir “las raíces cristianas” de España.
-Siempre están esos con el rollo de las raíces cristianas de nuestra cultura, me dice Marta. Dale que te pego a la matraca…
Matraca, por cierto-le comento al vuelo- quizá no sepas que es palabra de origen árabe, y significa cachiporra. Cachiporra, tiene gracia.
Pues entonces dale que dale a la cachiporra-continua-Pero,¿de qué van? ¿es que pretenden que volvamos al estado confesional? ¿Es que nos van a endosar a alguien que gobierne otra vez por la gracia de Dios?
Le digo a Marta que esa matraca no es nueva, ni exclusiva de nosotros.
La obsesión por preservar, al menos nominalmente, las supuestas raíces cristianas es en cierta medida omnipresente en nuestro entorno, incluso en pleno siglo XXI.
Consideremos por ejemplo la Constitución húngara, que en su preámbulo ya nos saca de dudas. El texto se abre reproduciendo las palabras del himno nacional, a saber “Isten, áldd meg a magyart”, es decir, “¡Dios bendiga a los húngaros!”, y prosigue de esta guisa: “Estamos orgullosos de que nuestro rey San Esteban haya dotado hace mil años al Estado húngaro de sus cimientos y hay inscrito a nuestra patria en la Europa cristiana (…) Estamos orgullosos que a lo largo de los siglos, nuestro pueblo haya defendido a Europa combatiendo, y que con su talento y dilgencia, haya contribuido al crecimiento del patrimonio común”
–Qué curioso. Raíces cristianas, sí, pero orgullo por haber hecho la guerra durante siglos…
–Así es. No parece que encaje mucho la cosa. Ni que sea muy compatible con el espíritu cristiano esa referencia a Szent Istvan Király, el mítico rey fundador y guerrero de la nación magyar, que pasó larga vida batallando y diezmando paisanos sin piedad, en busca de más poder y territorios. Tampoco parece muy coherente la postura de los gobernantes actuales de Hungría, ardientes defensores de esa muy cristiana carta magna, y que no dudan en rechazar de plano a los inmigrantes, argumentando justamente que es preciso salvaguardar las dichosas raíces cristianas…
–Bueno, pero Hungría es un caso excepcional ¿no?
–Más bien, no. Los polacos han inscrito también en su última Constitución algo parecido. Si consultas ese texto leerás: “Nosotros, el pueblo polaco, reconociendo nuestra responsabilidad delante de Dios (…)con reconocimiento hacia nuestros predecesores por su cultura radicada en la herencia cristiana de la Nación…”
Así que Hungría no es un caso aislado. Muchas constituciones establecen la fuente última de la soberanía no en el pueblo, como podríamos imaginar, sino en algo parecido a la tradición, las raíces o alguna autoridad espiritual trascendente. Te recomiendo que eches un vistazo a la Constitución vigente en Grecia. O en Irlanda. O en Eslovaquia. Te quedarás de piedra.
-¿Por qué?
-Pues porque por ejemplo, la Constitución griega de 1975 comienza proclamando la unidad de la nación en nombre, lo creas o no, de la “Santísima Trinidad”. En la carta magna irlandesa, texto de 1937, también encontramos la alusión a la “Santísima Trinidad” en cuyo nombre se realiza la declaración constitucional. Y en cuanto a Eslovaquia, en su constitución de 1992, se lee: “Nosotros, la nación eslovaca, consciente de la herencia espiritual de Cirilo y Metodio, adoptamos a través de nuestros representantes la presente Constitución”
–Increible.
–Sí.Hasta la mismísima “Ley Básica” alemana de 1949 hace referencia a una cierta fuente divina del derecho.Las primeras palabras de su Präambel lo dejan bastante claro: “Im Bewußtsein seiner Verantwortung vor Gott…”, es decir, los constituyentes se declaran conscientes de su responsabilidad ante Dios…”
Cómo no va a sonar sin descanso la matraca de las raíces cristianas cuando por las leyes fundamentales de toda Europa anda enredada la Santísima Trinidad, San Esteban de Hungría o incluso San Cirilo y San Metodio…
Por tanto, quién sabe si no habrá que ponerse en lo peor. Y prepararse para la emergencia nuevos caudillos o caudilletes que aspiren a pastorearnos…por la gracia de Dios.
-Esperemos que no.
De semillas.
Como arepas en casa de Katy, que ha tenido a bien invitarme. Y mientras las devoro con devoción, me da por contarle que el maíz de cultivo con cuya harina están preparadas , es un cultivo milagroso. Le digo que ese maíz no entrega a la tierra su semilla espontáneamente, pues el grano de la panocha permanece envuelto en una espesa membrana. Esto hace que la planta no pueda reproducirse por sí sola, pero es algo harto deseable para el agricultor, pues tras la maduración, los granos no se dispersan ni pueden ser comidos por los pájaros, como ocurre con otros cereales.
-No entiendo. Si el maíz no puede reproducirse ¿cómo es que existe?
-La cosa es diferente en el maíz salvaje. Es el maíz de cultivo es el que no se reproduce sino con ayuda humana. Esta variedad domesticada de maiz se la debemos a la ingeniería genética de los antiguos aztecas, quienes mediante progresiva selección consiguieron el cereal que ahora constituye el cultivo de mayor área sembrada y cosechada del mundo.
-Así que en cierto modo podríamos decir que si no es por aquellos aztecas, la Humanidad estaría pasando mucha hambre en estos momentos.
–Me temo que sí.
–Fíjate, qué cosas les debemos a los mexicanos. Y pensar que Trump quiere levantarles ese muro…
–Si ese muro se alza, será un símbolo más y muy notorio, de lo injusta que resulta la Historia. Por el lugar donde ese majadero quiere alzar su murallita personal le llegaron a los norteamericanos muchas cosas buenas, desde la abundante mano de obra barata que les ha ayudado a conseguir la supremacía económica mundial hasta, ya lo ves, el milagro del maíz de cultivo, del que por cierto, los Estados Unidos son el primer productor mundial, con casi 400 millones de toneladas anuales y prácticamente la mitad del maíz producido en el planeta.
Y dicho esto, nos quedamos Katy y yo un poco tristes, en silencio y mirando pensativos a las dos últimas arepas que quedan en la fuente. Una de carne y otra de queso.
Fuego.
En estos días de invierno, me gusta mantener encendida la chimenea en casa. Me es grato ver la llama y sentir el calor de la leña. No no me molesta interrumpir de vez en cuando mi lectura para ocuparme de añadir algún tronco de fresno viejo y avivar algo el fuego.
¿Por qué lo hago? ¿Por qué yo encuentro placer en mantener y controlar el fuego de la chimena?
Pues según Freud, la cosa tiene su miga.
Por extraño que parezca, Freud sostenía como hipótesis digna de estudio que hubo un tiempo en el que los hombres (los varones) no podíamos reprimir el impulso de apagar el fuego mediante la micción sobre la llama. Solo cuando aprendimos a reprimir ese impulso urinario infantil, vinculado a la competición fálica, a los deleites de la uretra y al placer homoerótico (siempre según el doctor vienés), fue cuando dimos comienzo a la civilización. Desde entonces, a los hombres nos gusta controlar el fuego (y esa podría ser también la explicación del bien conocido fenómeno según el cual la preparación de las barbacoas son casi siempre cosa de varones).
Puedes comprobar por tí mismo esta abracadabrante interpretación freudiana consultando su obra la Civilización y sus Malestares, capítulo tercero, en la nota del autor a pie de página. Yo tengo la edición inglesa, traducida por James Strachey, con el titulo de Civilization and its Discontents (mucha mejor traducción que ese disparate de El Malestar de la Cultura).
Es la nota que termina diciendo: “…it is remarkable, too, how regularly analytic experience testifies to the connection between ambition, fire and urethral erotism”)
El admirable por tantas cosas Vladimir Nabokov se excedía sin duda cuando llamaba a Freud falso pensador, filisteo, impostor, creador de un método grotesco, embaucador del público crédulo, farsante, productor de pura charlatanería, fantoche, curandero que se obstina en aplicar mitologías apolilladas a las partes privadas, maniático austriaco con paraguas raído que glosa monótonos sueños de clase media, sacerdote de una religión que conduce a consecuencias éticas peligrosas (como cuando un asesino repugnante con cerebro de lombriz se le da una pena más leve porque su madre lo zurraba demasiado, o demasiado poco)…Y otras muchas lindezas (en Opiniones Contundentes encontrarás una selección).
Toda esa inquina nabokoviana es sin duda excesiva. E incluso hace que el genial autor de Lolita se nos presente como un tanto sospechoso de requerir algún tipo de terapia…psicoanalítica.
Pero, yo miro al fuego que arde alegre esta mañana de Enero en la chimenea y, ay, pienso que en ocasiones, el creador del psicoanálisis me parece un completo majadero.
Ene16
Unamuno.
Un buen amigo pone en duda mi afirmación, en un post reciente, sobre la adhesión de Unamuno al golpe de Estado franquista del 36.
Tiene razón mi amigo al quejarse. Unamuno es una figura colosal de la cultura española, tal vez uno de los cuatro o cinco españoles más universales (junto con Velázquez, Lorca, Teresa, Cervantes, Ignacio y pocos más). Y por ello habría que tener cuidado con lo que se dice sobre su posición respecto al espinoso asunto de la Guerra Civil, que él solo pudo conocer en los últimos seis meses de su vida.
Es cierto que al final de esos últimos seis meses, su desengaño en relación con el golpe militar era evidente. Sin duda murió decepcionado con Franco y sus militares, eso es indudable. Y no podía ser de otro modo. Pero también es indudable que tras su fallecimiento, en el epicentro salmantino del golpismo, Unamuno recibió un funeral falangista…
Hay muchos testimonios que prueban la adhesión inicial de Unamuno, desde el 19 de Julio mismo, al golpe militar de la víspera. Fue algo tan notorio que, solo unas semanas después del “alzamiento”, Manuel Azaña no vaciló en cesar fulminantemente a Unamuno como rector vitalicio de la Universidad de Salamanca, alegando el evidente apoyo del sabio vasco a los golpistas. Entre esos testimonios y documentos se cuenta la entrevista que le realizó Nikos Kazantzkakis el 21 de Octubre de 1936, paseando ambos por el jardín de la Iglesia de Santa María de los Caballeros, muy cerca de Bordadores 4, donde vivía aquel a quien el periodista y escritor griego llamaba “el gran anciano de Europa”. En la transcripción de la entrevista, publicada por la editorial griega Pyrsos en 1937, leemos las nítidas palabras de Unamuno al respecto de la guerra civil desencadenada cuatro meses antes: “En este momento crítico que está atravesando España, yo se que debería estar junto a los soldados. Son ellos los que nos salvarán, los que impondrán el orden. Los otros nos han traído la anarquía y la barbarie. Franco y Mola son prudentes y tienen rectitud moral. Quieren el bien del país, son sencillos y equilibrados. Saben lo que significa la disciplina y saben imponerla. No haga caso, no me he vuelto de derechas, no traicioné la libertad. Pero ahora es absolutamente necesario imponer el orden. Después me levantaré y empezaré a luchar de nuevo por la libertad, absolutamente solo. No soy ni fascista ni bolchevique. Estoy solo.”
Esto es lo que al parecer pensaba y declaraba Unamuno (si creemos el documento del filofranquista Kazantzakis, lo cual es otra cuestión), ya bien entrada la Guerra y tan solo unos días antes de que los aviones franquistas soltasen sus bombas sobre las calles Preciados, Fuencarral y La Luna, de Madrid, con gran número de víctimas civiles.
Y es verdad también que, tal vez a partir de ese momento, Unamuno comienza a desdecirse. Hay muchos documentos que permiten apreciar esa evolución, pero es indudable que el maestro pensó en un primer momento que el alzamiento militar iba a ser tan solo la necesaria rectificación del caos y la anarquía republicana y que solo las ejecuciones de algunos de sus buenos amigos, las persecuciones y miserias morales de todo orden que empezaron a generalizarse, el dogmatismo cerril de los rebeldes, la conexión nazi-fascista contra la libertad y la dignidad del hombre, le hicieron comprender pronto su error inicial
Pero esa evolución del pensamiento y el posicionamiento político de Unamuno entre el 18 de Julio del 36, fecha del alzamiento y el 31 de Diciembre de ese mismo año, fecha de su fallecimiento, es la última lección que debemos agradecer al viejo rector de Salamanca.
A saber, que la interpretación de los acontecimientos históricos es siempre difícil y conduce a errores incluso en las mentes más lúcidas.
Especialmente si el tenue sonido de la verdad es ensordecido por el fragor del fanatismo y el odio atmosférico de la circunstancia en la que se vive.
Insolvencia.
El neoprebostillo meridional ha considerado oportuno citar a Kennedy en su discurso de investidura de ayer tarde. Pero lo ha citado mal, como ocurrre tan a menudo.
Eso de que “la dificultad es la excusa que la historia nunca acepta” no lo dijo Kennedy sino Eduard R. Murrow, el periodista al que debemos el célebre cura et vale “good night and good luck” popularizado por el film de George Clooney.
Estas cosas quizá no tienen mucha importancia en sí mismas, pero son un símbolo del descuido y la falta de solvencia cultural de aquellos a quienes alzamos al poder.
Es facilísimo hoy en día contrastar la veracidad de aquella cita que conviene usar en un discurso. Por ello, no hacerlo indica dejadez intelectual y es mal presagio respecto a cómo se gestionará la cosa pública.
Y no vale decir que el discurso se lo han preparado sus ayudantes. Esa es una excusa que tampoco la Historia suele aceptar.
Ene15
Los dioses de la tribu.
H.G. Wells decía que el dios del nacionalismo debía seguir el mismo camino que los otros dioses tribales, es decir, encaminarse hacia el limbo (must follow the tribal gods to limbo).
Nuestro verdadero nacionalismo ha de ser la especie humana, decía el autor de la Guerra de los Mundos. Pero el extraordinario escritor, que sobreestimaba el poder de la ciencia, acaso también subestimaba el poder de la sinrazón.
Nacionalpopulistas
¿Qué es un nacionalpopulista? Alguien capaz de ofrecer propuestas sociales con la máxima superficialidad de contenido y con la mínima sustancia de intelecto.
Y esto ha de ser así, porque son esas propuestas superficiales e insustanciales las que hacen que sus seguidores se sientan un tanto profundos y listos.