Emoción.
¿Por qué crece el fenómeno Halloween, año tras año?. Tal vez porque necesitamos emoción. Y Halloween nos la empaqueta y nos la vende. Al igual que el Romanticismo surgió tras el hartazgo de las Luces, vivimos un tiempo en el que damos la bienvenida a cualquier onda de choque que despierte nuestra emotividad colectiva. Así, la emoción se convierte en un objeto principal de márketing. La emoción pasa a ser un bien de consumo que además puede ser ritualizado, como esta locura de trick or treat y los disfraces sanguinolentos. El hombrecito del siglo XXI es cada vez más superficial, más mecanizado, menos “sentiente”. Tiene nostalgia insufrible de la emoción perdida. Tiene un deseo larvado de revelarse y rebelarse; un ansia de llenar el vacío causado por el derrumbe de las ideologías y el desvanecimiento del sueño utópico. Se disfraza y juega a sentir terror.
