Joludi Blog

Sep 14
Mao.
Mao es el nombre de mi maravilloso labrador, que cumplirá el mes próximo dos años, el mejor perro que he conocido jamás. Pero Mao es también el nombre de una sustancia química muy interesante. Una sustancia extrañamente relacionada con el amor y...

Mao.

Mao es el nombre de mi maravilloso labrador, que cumplirá el mes próximo dos años, el mejor perro que he conocido jamás. Pero Mao es también el nombre de una sustancia química muy interesante. Una sustancia extrañamente relacionada con el amor y la melancolía. Déjame que te lo explique.

Empecemos por hablar de la FEA.

La FEA (feniletilamina) es un neurotransmisor que nuestro cuerpo, guiado por nuestro cerebro, produce de una forma más o menos natural. Está relacionado con las anfetaminas. La FEA acelera dramáticamente el flujo de información entre las células nerviosas. 

Curiosamente, una fuente típica de generación de FEA son los estados de enamoramiento. Y con los niveles máximos de FEA en el cuerpo, los enamorados sufren una especie de aceleración general. Se sienten eufóricos, triunfadores, rejuvenecidos, optimistas y energéticos…

Como era de esperar, la FEA es adictiva. Tras un “high” de FEA, necesitamos más y más de este prodigioso elixir de la felicidad. Y cuando, por lo que sea, se ha cerrado súbitamente nuestro “grifo” de FEA, lo que padecemos se parece mucho a un síndrome de abstinencia. Esto entre otras cosas explica la depresión que sucede a las rupturas amorosas. El desamor lleva a quienes lo sufren a un continuo vagar como adictos en busca de su “fix”. Hasta que lo encuentran, o creen encontrarlo, viven tiempos de oscuridad y depresión. 

Es un ciclo interminable de dicha y desdicha. 

A veces, los que buscan FEA la encuentran en los deportes de riesgo, que también son fuentes efectivas de esta sustancia. Y por eso mismo la chispa del amor suele surgir especialmente en las situaciones de peligro, como las guerras, por ejemplo. Existen experimentos que demuestran que hombres y mujeres suelen enamorarse mucho más fácilmente en situaciones de alto peligro simuladas en laboratorio.

El tema es, ¿cómo evitar esta montaña rusa de euforia y melancolía producida por los altibajos de la maldita/bendita FEA sin tener que recurrir a hacer puenting los fines de semana o enrolarse como mercenario en un conflicto bélico? 

Pues resulta que los mismos investigadores que descubrieron el curioso rol de esta sustancia (Klein y Leibowitz) creyeron encontrar también la posible solución. Comprobaron que otra sustancia química, denominada justamente la MAO (inhibidora de la monoamina oxidasa, en la foto), actuaba sobre ciertas enzimas que a su vez parecían someter a control a la dichosa FEA. 

Y así nació toda una generación de antidepresivos. 

O sea, que MAO ayudaba a sobrellevar los problemas de la FEA. 

Lo malo es que MAO, según me dicen los expertos, resultó ser tan adictiva como la FEA. Y no está exenta de muchas contraindicaciones y efectos colaterales. Casi es peor entonces el remedio que la enfermedad…Suele ocurrir.

A lo mejor es por eso por lo que yo, subconscientemente, he llamado MAO a mi labrador. Quizá la compañía de un perro tan fabuloso como el mío es la clave para controlar mis enzimas y mi nivel de FEA mucho mejor que los inhibidores de la monoamina oxidasa. Sin necesidad de deportes extremos o aventuras en el filo de la muerte…

Y mi perro no tiene ningún efecto secundario, que yo sepa. Así que bravo por Mao. Buen perro y muy apropiado nombre.


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