Joludi Blog

Nov 8
Zumbidos.
Alguien me escribe para preguntarme cuál es a mi juicio la palabra más fea que existe. No lo se. Pero puedo decir cuál es el sonido o fonema que me parece más feo de nuestro lenguaje. Mi propuesta, con cierto sentido etimológico, sería el...

Zumbidos.

Alguien me escribe para preguntarme cuál es a mi juicio la palabra más fea que existe. No lo se. Pero puedo decir cuál es el sonido o fonema que me parece más feo de nuestro lenguaje. Mi propuesta, con cierto sentido etimológico, sería el triste, terrible y trágico sonido que combina la letra t y la letra r (da lo mismo las vocales; las vocales no existen en el mundo de la etimología). Nos tenemos que remontar a la raíz indoeuropea “ter” o “tre” que seguramente tiene una vertiente onomatopéyica y que significa frotar, rozar, taladrar…

Esta raíz está detrás de muchísimas palabras de las lenguas de nuestro entorno que tienen connotaciones poco felices. Palabras que suenan como si nos triturasen el alma. 

La tristeza. El terror. El tormento. La contricción. El detritus. El trauma. La trepanación. El trueno. El taladro. 

No es una pauta de una u otra lengua, sino de todas las indoeuropeas. El alemán llama al luto Trauer. El ruso llama istrebit al exterminio. El inglés llama drum al tambor que golpeamos con atronadora violencia…

Algunos ejemplos de esta regla sobre el fonema tr son inesperados y llamativos, por ejemplo drone, que sería un candidato muy claro, por cierto, al premio a la fealdad. Drone viene en última instancia de un vocablo germánico, vinculado a la mencionada raíz indoeuropea, que connotaba la idea de zumbido, roce, fricción, y también, por razones obvias, abeja mácho, zángano, abeja que hace mucho ruido. Este es el significado original de drone en inglés, por supuesto.

En los años 30 del siglo pasado, la RAF organizaba prácticas de tiro con un grande y ruidoso avión teledirigido al que llamaba la abeja reina, the Queen Bee. Una década después, la USAF importó esa forma de entrenar de los pilotos ingleses, y creó un buen número de ingenios voladores para prácticas a los que llamó zanganos, o sea drones.

El trágico zumbido del drone que lleva la muerte fría, implacable y teledirigida, el vuelo del abejorro diabólico que Saint Säens convirtió en atroz melodía, la turbación y la tristeza, todo eso es muy feo. Pero no son las palabras, son mas bien las cosas.


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