Joludi Blog

Mayo 24
Los baños en el medievo.
Se tiende a pensar que la Edad Media representa un retroceso en las costumbres higiénicas en Europa. En parte es cierto, porque la crisis medieval de las ciudades ocasiona también la desaparición del concepto de baño público...

Los baños en el medievo.

Se tiende a pensar que la Edad Media representa un retroceso en las costumbres higiénicas en Europa. En parte es cierto, porque la crisis medieval de las ciudades ocasiona también la desaparición del concepto de baño público romano y la práctica de visitarlo a diario. También es cierto que el cristianismo representa una determinada actitud restrictiva frente al cuerpo que forzosamente tiene incidencia en las prácticas higiénicas. Quizá por todo ello, refiriéndose a la Edad Media, Michelet decía “ni un baño en mil años”.

Sin embargo, según Le Goff esto es erróneo. Y Shanan dice que la idea de que bañarse estaba prohibido es una verdadera calumnia respecto al medievo…

Parece probado que a lo largo de la Edad Media se desarrolló en Europa un verdadero termalismo. Sobre todo en Italia, pero también en Inglaterra, Alemania y España. Por todas partes surgen balnearios en torno a lo que se denominan “pilones”. El más famoso balneario era el de Pozzuoli, en Napoles. Pietro de Eboli escribió un maravilloso poema en hexámetros sobre los beneficios del baño en esas termas napolitanas.  El manuscrito de esta obra (en la foto) es uno de los más hermosos que tenemos en España y se conserva en la Universidad de Valencia.

Sin embargo, este tipo de centros termales como el de Pozzuoli no adquieren todo el auge ni recuperan la función de puntos de encuentro social de la Antigüedad. Y además, su vinculación con la prostitución hace que la Iglesia los estigmatice de forma implacable. Esto es fundamentalmente lo que puede justificar el mito de una sociedad medieval poco propensa a las abluciones.

Lo que no es tampoco exacto es referirse a la noción de pudor corporal como una barrera para el desarrollo del termalismo en el medievo. Según Nicolas Truong, la idea del pudor es más bien propia del Renacimiento. Hasta entonces, la desnudez no era un obstáculo y no rechazaban la desnudez en la cama ni en los baños los hombres y mujeres del medievo.

Solo hay un fondo cierto en el mito. Los padres de la Iglesia del siglo IV y V, como San Clemente y San Jerónimo, condenaron las visitas demasiado frecuentes a los baños públicos, y en particular su uso por razones meramente placenteras. O sea que a lavarse sí, pero a disfrutar con el agua, no.  Esta actitud eclesial, de la que hay mucha constancia en la patrística, es la clave para comprender el fondo de verdad en la idea de un medievo poco pulcro. De hecho, se conocen bien las palabras del Papa Gregorio Magno que permitía gastar dinero en el baño dominical “siempre que no fuese un lujurioso despilfarro”. O sea que ya estamos. Frente al baño diario romano, tenemos un baño semanal medieval, y con restricciones.

También en Historia, hasta cierto punto, cuando el río suena (o la terma), agua lleva.