
Alergia.
Voy al especialista en alergias.
Exponen mi brazo a todo tipo de sustancias. Gramíneas, plátanos, pelos de perro, bigotes de gato…qué se yo de qué misteriosas y horripilantes sustancias me impregnan.
Al ver los resultados… negativo, negativo, negativo…
Que no, que dice el médico que no tengo alergia a nada.
–No puede ser–protesto–algo debe estar fallando.
Me repite que ni al polvo, ni al polen, ni a nada.
–Pero entonces…¡solo queda una única opción!–le digo al facultativo, consternado.
-¿Cuál?-Me pregunta el galeno mirándome con cierta extrañeza.
Estamos ante un supuesto de alergia a mí mismo–le respondo–qué otra cosa puede ser…
Medita unos instantes el galeno…
–Va a ser eso, va a ser eso…-me dice con voz muy resignada…Pero nada podemos hacer ante tal hipótesis…
Salgo de la consulta cabizbajo, pensando en Sísifo y el interminable trabajo de cambiarse a sí mismo, en esa útópica metamorfosis del yo que jamás tiene lugar.
-…Ah-pienso- con lo fácil que hubiera sido una sencillita alergia a las oleaginosas por ejemplo…