Joludi Blog

Jun 26
El poema de los indios Xavantes.
Es llamativo el coraje de Bergoglio al tomar una posición clara respecto a la ecología y a sus implicaciones sociales. Esta última encíclica representa una revolución en el contexto del pensamiento tradicional...

El poema de los indios Xavantes.

Es llamativo el coraje de Bergoglio al tomar una posición clara respecto a la ecología y a sus implicaciones sociales. Esta última encíclica representa una revolución en el contexto del pensamiento tradicional católico. Una revolución inesperada, porque la conciencia ecológica nunca ha sido un punto fuerte en la visión judeocristiana del cosmos. En el Génesis, se entrega el mundo recién creado con todas sus criaturas, al hombre. Y se hace para que el hombre haga lo que guste con el mundo. Un mundo creado históricamente. Un mundo cuya esencia está subordinada al hombre tanto en su origen como en su destino.
En otras creencias religiosas las cosas no son así. Otros credos ven el mundo como algo dado, pre-existente, que trasciende a la realidad humana. Pero es que los primitivos cristianos estaban convencidos de la intrínseca maldad del mundo real (empezando por las instituciones políticas) y les constaba que en cuestión de unos pocos años (como se indica en el Evangelio), llegaría el fin de los días. El Apocalipsis de San Juan expresa patéticamente esa convicción: un personaje (el Anticristo) emergerá muy pronto dentro en el seno de la Iglesia y con su llegada quedará marcado el inminente comienzo el fin del mundo. ¿Para qué preocuparse entonces del mundo, si es tan perverso y se va acabar tan pronto?
San Agustín también se forma en el pensamiento platónico que ve la realidad como una versión imperfecta e indeseable del mundo superior de las ideas. Santo Tomás enseña que “de igual modo que Dios domina el universo entero, el hombre domina a las criaturas inferiores”. Los escolásticos teorizan sobre la necesaria subordinación de todas las cosas y seres al hombre (“homo est quadammodo omnia”)…Y así sucesivamente.
Solo los “alternativos” del pensamiento cristiano alcanzan a ver la Creación como algo a respetar. Basilio de Césarea, el padre de la Iglesia oriental, muy diferente en estos asuntos de la romana, y que tenía mucho de lo que después sintetizó San Francisco, abre el camino, señalando que solo se llega al conocimiento de Dios a través del mundo sensorial e invisible.  Luego está, por supuesto el propio San Francisco. Y al de Asís le sigue la pléyade de místicos, Fray Luis, Juan de la Cruz, Teresa de Avila… son ellos los que ven la Naturaleza como un escenario de la huella divina y un libro abierto en el que puede leerse el mensaje religioso.
Ahora se sitúa a su lado Bergoglio, que para sorpresa generalizada lleva las tibias proclamas ecologistas de sus cinco predecesores hasta sus últimas consecuencias (¡sobre todo consecuencias socioeconómicas!). Tal vez este extraño Papa debe haber escuchado alguna vez, cuando vivía en Sudamérica, el pequeño y hermoso poema de los indios xavantes que gusta tanto de citar Leonard Bloff: 

“El espíritu duerme en la piedra, el espíritu sueña en la flor. El espíritu despierta en el animal. El espíritu sabe que está despierto en el hombre”


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