Joludi Blog

Nov 22
Cecilia, esposa y virgen, patrona de poetas y ciegos.
Cuando tengo insomnio, utilizo un remedio que no falla. Leo y releo el maravilloso Diccionario de Milagres de Eça de Queiroz. Está escrito en un cristalino portugués que sí puedo entender bien, y...

Cecilia, esposa y virgen, patrona de poetas y ciegos.

Cuando tengo insomnio, utilizo un remedio que no falla. Leo y releo el maravilloso Diccionario de Milagres de Eça de Queiroz. Está escrito en un cristalino portugués que sí puedo entender bien, y es un manjar delicioso para la mente, una especie de lexatin inocuo en forma de letra impresa. Me suelo quedar frito tras la lectura del biopic de dos o tres de esos inquilinos del paraíso, y suelo escogerlos en función del santoral del día siguiente.

Por eso, anoche tuve fiel noticia de que Santa Cecilia, que hoy celebramos, patrona de los poetas y por lo tanto también de los ciegos, se casó con Valeriano, un joven romano de buena familia, todo un partido. Pero en la noche de bodas, Santa Cecilia no estaba por la labor de consumar el matrimonio. Y no se le ocurrió otra cosa que decirle a Valeriano que en la alcoba nupcial estaba un ángel destinado a velar por su castidad. Lógicamente, Valeriano deseó ver a ese ángel.

Cecilia, imaginativa, optó por explicar a su esposo que siendo pagano, no podría alcanzar a ver al protector de su virgo (he aquí la emergencia de la noción de ceguera espiritual, qué duda cabe).

Valeriano se quedó un poco mosca con esta explicación. Pero, quizá tras un paseo matutino por las calles de Roma, llegó a la conclusión de que sí se bautizaba, podría conseguir ver al ángel aguafiestas y entablar una oportuna negociación con él.  Y así hizo.

Valeriano se bautizó, nada menos que con el Papa Urbano. Y en su primera noche como cristiano acudió al lecho conyugal convencido de poder ver ahora al dichoso ángel.

Eso es justamente lo que ocurrió. Vio al ángel junto a Cecilia, sí, pero se dio el caso de que seguía en la misma tesitura de proteger la castidad de la santa a cualquier precio.

Eça de Queiroz nos explica (siguiendo tal vez a Metafrasto) que el angelito entregó a la pareja una guirnalda de flores traídas del jardín del Edén (la que vemos en el óleo de Rosselli, aquí arriba), pero les explicó que se marchitarían si realizaban el acto conyugal.

Valeriano hubo de resignarse ante las palabras del enviado divino:

“Colhi estas flores no jardim do Paraíso. Jamais perderâo o seu frescor, porque ali no sopra o vento da morte. Encanta-vos o seu aroma e seduz-vos a usa formosura; mas se perderdes a virgindade, nem saboreareis o seu perfume nem gozareis a sua beleza…" 


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