Joludi Blog

Ene 20
Brujas.
Me llaman de una emisora de radio para que les cuente algo sobre las brujas, de cara a una emisión especial del 2 de Febrero, fecha en la que muchos majaderos quieren ver la gran fiesta mundial de la brujería (aprovechan el mismo día que en...

Brujas.

Me llaman de una emisora de radio para que les cuente algo sobre las brujas, de cara a una emisión especial del 2 de Febrero, fecha en la que muchos majaderos quieren ver la gran fiesta mundial de la brujería (aprovechan el mismo día que en el santoral católico celebra la Candelaria, que también tiene un claro aire esotérico, por aquello de las velitas…)
En realidad, lo que hacen desde la emisora es plantearme cuatro preguntas al respecto.Tres de ellas son difíciles. La cuarta es muy fácil.
La primera pregunta es por qué el fenómeno de las brujas tiene lugar en un período temporal muy acotado, entre los años 1450 y 1600, aproximadamente.
La segunda pregunta es por que el fenómeno de las brujas se presenta precisamente bajo esa forma peculiar, es decir, mujeres estrafalarias, generalmente viejas y equipadas con la correspondiente escoba que les sirve de vehículo aéreo.
La tercera pregunta es el orígen de la palabra misteriosa palabra bruja, que es exclusiva de las lenguas de la península ibérica y no parece relacionarse con ningún otro idioma.
La cuarta pregunta es por qué el fenomeno brujeril es un fenómeno predominantemente femenino.
A la primera pregunta respondo como puedo diciendo que a mediados siglo XV converge un largo proceso de puesta en cuestión de los principios doctrinales de la Iglesia de Roma, que a su vez convergerá inmediatamente en la gran Crisis de la Reforma. Ese proceso había empezado en el siglo XIII, con la brutal represión de las herejías de los cátaros y los valdenses, y con la creación subsiguiente de la Inquisición (que no es un invento español, por supuesto). Con ello, se crea el ambiente perfecto para iniciar la “caza de brujas”, es decir, para afianzar, mediante “causas generales” la ortodoxia tambaleante de la jerarquía eclesiástica y su esquema de poder terrenal. Adicionalmente, en el siglo XV todavía se sienten los efectos terribles de la la gran epidemia de Peste Negra y se sufre en plenitud la infinita destrucción de la Guerra de los Cien Años. Ambas cosas tienen como consecuencia una rebeldía generalizada contra el presunto orden divino de las cosas, y al mismo tiempo son factores que han promovido la aparición de un gran número de mujeres abandonadas, desprotegidas o/y abusadas, que prefieren retirarse a la soledad de los bosques antes que seguir viviendo en el infierno generado por las armas, el hambre y las epidemias. Todo este complejo de cosas tiene un ciclo de vida. Un ciclo que termina a comienzos del XVII, cuando la Ilustración europea comienza a alborear y cuando los costes de la caza de brujas dejan de compensar los beneficios para quienes la promueven.
A la segunda pregunta respondo diciendo que el aspecto viejo y siniestro de las brujas tal vez esté relacionado con lo que acabo de comentar en relación a los grandes conflictos europeos del siglo XV. Y en cuanto a la escoba, a mí me da que tiene que ver con la práctica brujeril de untarse los órganos genitales con productos alucinógenos, con propósitos pretendidamente psicodélicos y afrodisíacos. La escoba sería un conveniente aplicador y, al mismo tiempo, ya de paso, un vehículo que transporta a quien lo usa a otros espacios o a otras sensaciones…
La tercera pregunta no tiene una respuesta clara. Los filólogos no se ponen de acuerdo en explicar el origen de esta misteriosa palabra castellana “bruja”. Yo tengo dos teorías propias. Una de ellas la vincularía con la palabra bruscia, que significa precisamente escoba en latín y que a su vez se relaciona con un vocablo similar de origen celta. Otra de mis teorías, que me parece tal vez más digna de crédito, conecta “bruja” con las palabras con las que los judíos medievales empezaban sus oraciones: “baruch ata Adonai Eloheinu…” (“bendito sea nuestro señor Dios, rey del Universo”). La primera palabra de esta frase se pronuncia baruj y suena parecido a bruja. Pero además, en hebreo, el propio acto de bendecir se define con la palabra brajot y las diferentes bendiciones son las brijot hanehenim (antes de comer…), brijot hamitsvot (antes de cumplir un mandamiento), etc. Tengamos en cuenta que el vulgo atribuye poderes mágicos a las palabras o frases ininteligible para ellos que oyen una y otra vez en los actos religiosos. Un ejemplo clásico es “sursuncorda” que deriva del prefacio de la misa católica: sursum corda! (o sea, ¡levantemos los corazones!). Otro ejemplo aún mejor es es “hocus pocus”, que deriva también de palabras que se pronuncian en las misas católicas en latín: hoc es corpus meum (este es mi cuerpo). Esta última expresión tiene también mucho abolengo brujeril, y la escuchamos entre otros sitios en boca de la bruja de Hansel y Gretel, en la ópera de Humperdinck (“hokuspokus, saúco negro, rigidez de miembros…¡desaparece!”. Y en fin, si el “brijot” hebreo fuese el origen del “bruja” y sus variaciones peninsulares (bruxa, bruixa…), tendríamos también de paso una explicación razonable al muy misterioso hecho, en el que no conozco a nadie que haya caído, de que en antiguo eslavo brujo es vrajit, de donde se deriva por ejemplo el rumano vrajitoare, bruja. El peso de la cultura judía en el mundo eslavo y su vinculación con lo esotérico era como mínimo tan grande allí como en la iberia medieval. Entre el brijot de la bendición hebrea y el vrajit del hechizo o hechicero eslavo yo veo cierta posible conexión.
Y en fin, para terminar, queda la pregunta más sencilla. ¿Por qué las brujas son predominantemente mujeres? Pues esto ya es, tristemente, obvio. Desde el principio de los tiempos, se han atribuido a la mujer poderes sobrenaturales, empezando por el poder de dar la vida. Si se combina esa convicción con la sempiterna atribución al genero femenino de la tentación y el pecado, se explica que las brujas no puedan ser sino mujeres. Y esto desde los tiempos de Eva, acaso la primera bruja de la literatura, hasta las pobres infelices de Zugarramurdi o Salem, pasando por Artemisa, Hécate, Circe, Medea o Madame Blavatski.
Cierto es que en tiempos contemporáneos, quizá por los cambios en los valores tradicionales, el fenómeno brujeril también ha tenido expresiones paradigmáticas puramente masculinas. Estoy pensando Gerald Gardner, el creador de toda esa zarandaja de la Wicca o sobre todo en su amigo el megabrujo Alistair Crowley, ese personaje fascinante (y también un fabuloso impostor) que fundó en Cefalú una sede esotérica llamada Thelema (lo que en griego significa más o menos “mi real gana”) basada en hacer de la voluntad propia la única regla moral posible; algo así como el derecho a decidir pero en versión nítidamente esotérica… Pero el tema de estos dos varones protobrujos modernos, y sus principios morales (o la ausencia de ellos) ya es otra historia, y vamos a dejarlo para mejor ocasión, porque ya se está haciendo de día.


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