Joludi Blog

Ene 28
Rueda
Mientras pedaleamos tranquilamente por los caminos, dejándonos caer por una leve pendiente a la sombra de La Maliciosa, Vicente me dice que es muy extraño que las culturas precolombinas no conociesen algo tan estupendo como la rueda.
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Rueda

Mientras pedaleamos tranquilamente por los caminos, dejándonos caer por una leve pendiente a la sombra de La Maliciosa, Vicente me dice que es muy extraño que las culturas precolombinas no conociesen algo tan estupendo como la rueda.
En realidad no es que eso sea sorprendente, le respondo, aprovechando que he recuperado el resuello tras el último repechón. Es que es falso. Existen muchas pruebas de que esos pueblos conocían la rueda, como no podría ser de otro modo. De hecho, se han encontrado en América restos arqueológicos precolombinos en forma de pequeños juguetes para niños con forma de carrichoche.
Cosa diferente, le sigo diciendo, es que no usasen carros o que no viesen la utilidad de construirlos. Eso lo han intentado explicar expertos como Jared Diamond, por ejemplo, quien, reconociendo el hecho de que los arqueólogos han encontrado juguetes con ruedas en Centroamérica, afirma que en esas culturas los carros no se desarrollaron porque, a diferencia de Europa, en la América precolombina no había animales domésticos de tiro. Esta teoría no se sostiene, claro, porque Diamond se olvida de que no hace falta contar con animales domésticos para tirar de los carros o carromatos. Basta pensar en los rickshaw que pululaban a millones por China o Japón…
En realidad, la rueda no se utilizó en la América precolombina por una sencilla razón: la rueda no vale para nada si no hay carreteras (o rieles). Y no hay carreteras (o rieles) si no hay una clara necesidad (económica, política…) de invertir grandes recursos para llevar a cabo su costosa construcción. Ese no era el caso en el Nuevo Continente, hasta que llegaron los europeos.
La rueda, o mejor dicho, la vagoneta, surgió en Europa hace unos 6.000 años, tal como ha demostrado Bulliet, entre otros historiadores. Y surgió por una necesidad económica (y operativa) muy clara: la explotación de las minas de cobre en lo que hoy es Serbia y Hungría.
Curiosamente, miles de años después de aquel avance, en Hungría se siguen construyendo vagones con una tecnología en algunos aspectos similar a la que los arqueólogos han encontrado en ese país con datación de hace seis milenios. Más aún, desde el siglo XVI los carruajes construidos en una localidad húngara, Kocs, adquirieron tanto prestigio y aceptación, que el término derivado, “kocsi” se convirtió en un término genérico-bajo la forma alemana de “kutsche”, la castellana de “coche” o la inglesa de “coach”-para denominar a los vehículos de transporte humano colectivo con ruedas (y luego, por extensión, sirvió para referirse a los entrenadores de los equipos deportivos, puesto que estos viajaban usualmente en autocares, es decir, en “coachs”)
A veces la Historia es, por decirlo así, creativa, o ingeniosa y hace círculos o ruedas con las largas trayectorias de las cosas o las entidades. Esto de los coachs es un perfecto ejemplo. Otro ejemplo, que a mí me hace mucha gracia, sería el hecho de que el fundador de Roma se llamase Romulo, allá por el 753 a.c y que el último de los Emperadores del Imperio Romano de Occidente se llamase también de igual manera (Romulo Augustulo). Un tercer ejemplo, podría ser el hecho de que el fundador de un partido político que nació en 1879 y que marcó, a veces para bien, buena parte de la historia de España en el siglo XX se llamase exactamente igual que quien, según todos los indicios, va a acabar siendo su enterrador. La rueda habrá dado un giro completo.


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