Las aportaciones o préstamos lingüísticos que va haciendo, a lo largo del tiempo, un idioma al léxico de otro u otros reflejan muy bien la importancia relativa y la significación histórica del país que exporta los vocablos. Consideremos por ejemplo el caso del español y sus aportaciones al italiano, que no son pocas, y que han estudiado con enorme erudición Gian Luca Beccaria y Alfonso D’Agostino. Si nos retrotraemos al siglo XIII, cuando el Toledo de Alfonso X y de la Escuela de Traductores era la puerta hacia Europa de la cultura árabe, y cuando los navíos aragoneses conquistaban Sicilia, también llegaban a Italia, desde estas tierras, palabras como mezquita, norte, zenit, almanaque, alquimia…(aquí y en adelante, por ser menos tedioso, mencionaré los préstamos en su versión original, no en la muy similar forma en la que se han incorporado al habla de los italianos) Al llegar el Cuatrocientos, cuando los reyes de Nápoles y los Papas eran de origen más o menos español, llegan a Italia nuevas palabras cortesanas, militares y religiosas: gala, cimitarra, galera, caballeriza, marrano… En nuestro siglo de Oro, el flujo de vocablos españoles que penetran en Italia va parejo con la pujanza de nuestra cultura y nuestros tercios: grandioso, regalo, brío, fanfarrón, flota, resaca, tormenta, motín, guerrilla, recluta, ronda, escuadrilla, bellaco, etiqueta, besamanos, lindo, cumpleaños, mantilla, tortilla, turrón…y muchísimos más. Es fascinante comprobar hasta qué punto el lenguaje jurídico y diplomático del Ducado de Milán, en el XVII, rebosa de españolismos en coherencia con la interminable dominación hispana: aclarar, borrar, veedor, alistar, papeles, amparo, ser preciso, adelantado, aposentador, acertado, ser servido…Y en el dialecto de un Napolés no menos imbuido de españolidad durante tantos siglos, encontramos igualmente palabras que nos resultan muy familiares y significativas: borracho, cariño, carnicero, carpeta, puntapié, guapo, pacotilla… Con la paz de Westfalia (1648) el influjo español en Italia queda precisamente reducido al Reino de Napolés y Sicilia. Y a través de Nápoles prosigue la entrada de vocablos de origen español. Un buen número de ellos se relaciona con la cultura del Nuevo Mundo. Y otros tantos tienen que ver con la excelente acogida y arraigo que tienen en el mundo napolitano, algunas de las costumbres españolas. Del primer grupo cabe destacar alpaca, pampa, coyote, lazo, llano...Del segundo grupo, bolero, malagueña, patio, cuadrilla, corrida, banderilla, merino, picador, manchego... En el XIX desciende drásticamente el aporte de vocablos españoles al italiano, lo cual es acaso un índice de la desastrosa ejecutoria de los españoles a lo largo del siglo más infeliz de nuestra historia, que a su vez fue crucial para Europa y la modernidad. Solo junta, guerrilla y poco más, lo que es triste y expresivo. Pero en el siglo XX el proceso se reactiva. En la primera mitad de la centuria los italianos nos toman prestado flamenco, mosquito, gringo, habanera, contraproducente, pelota, buen retiro...incluso catedrático es aporte español a la lengua italiana. Pero también lo es, y esto es peor, golpe, golpista y desesperados. Llegamos entonces al siglo XXI. Cabe preguntarse qué estamos aportando ahora en materia de léxico a los italianos. Tengo que investigarlo con mas calma. Pero hay tres palabras contemporáneas que me consta ya han echado raíces allá. Y las tres dicen bastante, me temo, de lo que ahora somos y significamos en el mundo. Son tres palabras de origen nítidamente español que los italianos usan ya como si fueran italianas de toda la vida. La primera es tapas. La segunda es movida. Y la tercera, ay de mí, es…remontada.