Joludi Blog

Jul 19
Habas contadas.
Las habas, las alubias, siempre han estado vinculadas a la magia y a lo fantástico. Muchos cuentos infantiles nos hablan de habas mágicas que crecen hasta el cielo. Tal vez la manera enérgica, casi animada, en la que vemos crecer la...

Habas contadas.

Las habas, las alubias, siempre han estado vinculadas a la magia y a lo fantástico. Muchos cuentos infantiles nos hablan de habas mágicas que crecen hasta el cielo. Tal vez la manera enérgica, casi animada, en la que vemos crecer la planta a partir de una simple habichuela le sugiera al subconsciente colectivo que hay algo muy mágico o misterioso en las habas. Incluso maligno.

Pitágoras era supersticioso en relación con las habas y prohibía caminar por campos de habas en flor. Pero la razón es muy fácil de entender (y extraña que no se explique en los libros de Historia de la Filosofía). Las personas que tienen deficiencia de la enzima glucosa-6-fosfato deshidrogenasa, se ponen malísimas al contacto con las alubias o con el polen de la planta en flor. Curiosamente, esta deficiencia se da sobre todo en la población del Mediterráneo, principalmente en Cerdeña y Sicilia, Y no olvidemos que Pitágoras enseñaba justamente en la Magna Grecia…¡Así que su manía hacia las habas no era superstición, sino puro conocimiento empírico!

Tal vez también cuente el hecho de que las alubias generan flatulencia, gases…Y que los gases han sido siempre el trasunto de lo espiritual. (Esto me recuerda el caso que me contaba un buen amigo, famoso experto en esoterismo, a quien le dio por la gamberrada de grabar un día unas presuntas “psicofonías”, utilizando como sonido base un episodio propio de aerofagia. Fenómeno neumático explosivo que quizá fue subsiguiente a la ingestión de una buena fabada. Aquellas “psicofonías” espúreas, pero bien sonoras, fueron malévolamente entregadas a un programa de radio y causaron sensación como testimonio inequívoco de espíritus inmateriales. En cierto modo no iba mal descaminado el programa, si atendemos a esa idea que vincula las flatulencias y el soplo vital…)

En fin, hay estudiosos que dicen que el puntito negro que aparece en las hojas de la habichuela en flor se parece mucho a la letra inicial de la palabra griega Thanatos, muerte. A mí esta última hipótesis, la del puntito negro, me encanta. Y me parece que por ahí van los tiros, junto con el mencionado problema de la enzima y el favismo.

Lo cierto es que como señala Andrews, ninguna otra planta en la Historia ha sido considerada con tanto temor y respeto como las habas. En todas partes se han cocido estas habas numinosas. En Egipto (allí creían que eran el espíritu de los muertos o bien la reencarnación de la divinidad solar), en Grecia (con la superstición pitagórica mencionada o con las cinco razones que Aristóteles daba para rechazar las habas, entre ellas la de que se asemejaban a los testículos, según cuenta Diógenes Laertio), en Roma (donde el “flamen dialis”, el gran sacerdote de Jupiter, tenía totalmente prohibido cualquier contacto con las habas) o, en fin, en el folklore infantil de Europa Occidental (donde encontramos centenares de cuentos de hadas protagonizados por un manojo de habas mágicas..)

Tal vez por eso, las habas se han usado siempre como objeto idóneo para juegos adivinatorios o métodos electorales (dos cosas más relacionadas de lo que parece). Ya en la antigua Grecia, era usual “echar a suertes” mediante el procedimiento de verter algunas habas blancas y negras en una cazuela y escoger seguidamente por turno. Los que tomaban las alubias pintas quedaban eliminados, esto es, les había “tocado la negra”. Hasta hace muy poco, este método de consultar a la Diosa Fortuna era también el más usado en las elecciones de las diferentes congregaciones religiosas de la Iglesia Católica.

Si las habas que quedaban eran ya todas negras, la cosa estaba clara. Eran “habas contadas”.

Habas contadas y supersticiones de muerte. Qué curiosas relaciones.

La verdad es que todos, de un modo u otro, tenemos las habas contadas.

Pero también es verdad que unas buenas fabes con almejas pueden hacer que temporalmente lo olvidemos. O una buena ración de falafel, que tampoco es manca.