Joludi Blog

Mayo 27
Felicidad, Preocupación.
Apenas ya leo otro periódico si no es El Mundo Today, esa espléndida versión sarcástica de la actualidad, cuyas noticias fabuladas cada vez me parecen más reales o al menos más verosímiles.
Hace unos días, El Mundo Today nos...

Felicidad, Preocupación.

Apenas ya leo otro periódico si no es El Mundo Today, esa espléndida versión sarcástica de la actualidad, cuyas noticias fabuladas cada vez me parecen más reales o al menos más verosímiles.
Hace unos días, El Mundo Today nos decía en un titular que Paolo Coelho se ha rendido y que va a dedicar sus próximos libros a enseñar cómo fingir ser feliz. El escritor ha declarado, prosigue el artículo, que si sus lectores no son ya felices con todo lo que él ha publicado es porque son imbéciles. Así que centrará ahora sus libros en enseñar a fingir que se es feliz
Me reí a carcajadas al leer esta bromita. Pero luego me hizo pensar. Porque la broma encierra una gran verdad, a saber, la obsesión del hombre contemporáneo no por ser feliz, sino sobre todo por parecerlo. Basta que leas los mensajes de estado del dichoso whatsapp para hacerte una idea…
Y sin embargo, lo que caracteriza al hombre contemporáneo (y yo llamo contemporáneo a todos los que hemos nacido después del Neolítico) es la preocupación, esa infame enemiga de la dicha. Desde que renunciamos a nuestra vida como recolectores y nos pusimos a construir silos, templos, talleres, murallas y cuarteles, la preocupación y la ansiedad se ha ido apoderando de nosotros. Y lo ha hecho cada vez más, hasta llegar al paroxismo actual, que es la Era de la Preocupación.
Para Diógenes, Zeus tuvo razón al castigar a Prometeo por haber descubierto el fuego, ya que en el fuego estuvo en el origen del afán del hombre por ansiar la obtención de cosas; por conseguir el lujo y perseguir el refinamiento. Epícuro, pese a su leyenda negra, también renegaba de los deseos que fuesen más allá de los necesarios y naturales.
El Momo del Kore Kosmou reprochaba a Hermes haber dado a las almas creadas por Dios cuerpos humanos e instintos temerarios e inquisidores; cuerpos que les llevan a “desenterrar las raíces de las plantas…a diseccionar a los animales…a investigar  las cualidades de las piedras…ávidos de escudriñarlo todo…capaces de aventurarse por los mares, de alcanzar los extremos de la tierra…de elevarse hasta los astros”. Para este Momo hermético, los dioses solo vieron una manera de neutralizar la intolerable arrogancia de los humanos y era “llenarlos de inquietudes y preocupaciones. Así, serán devorados por la sed de realizar sus proyectos y cuando fracasen, les corroerá la frustración y la melancolía…
El hombre moderno, el hombre prometeico, es un ser esencial y crónicamente preocupado. No es un ser feliz. Por más que simule serlo.
Lo que modela el barro del que fue hecho el hombre debió ser justamente la preocupación, como sugiere la fábula latina de Higinio que Heidegger menciona en Ser y Tiempo.
Prometeo es etimológicamente, el que ve lo que va a venir. Pero desde otro punto de vista etimológico, no menos fundado, Prometeo es más el “preocupado” que el “previsor”. Aunque, pensándolo bien, acaso ambos términos sean a la postre sinónimos.
El hombre moderno es la criatura preocupada.
No es feliz, pero, no se sabe muy bien por qué, le obsesiona mucho parecerlo.


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