Joludi Blog

Jun 7
Razón y Felicidad.
¿Es la razón enemiga de la felicidad? Es un asunto peliagudo.
Kant decía que la razón era irrelevante como vía para conseguir la dicha, a la cual solo se puede llegar, pensaba él, por los instintos y por la imaginación. Y una...

Razón y Felicidad.

¿Es la razón enemiga de la felicidad? Es un asunto peliagudo.
Kant decía que la razón era irrelevante como vía para conseguir la dicha, a la cual solo se puede llegar, pensaba él, por los instintos y por la imaginación. Y una legión de pensadores cenizos han visto en la razón no ya algo inútil para alcanzar la felicidad, sino el verdadero obstáculo para conseguirla. Recordemos la referencia de Gramsci al “pesimismo de la razón”, que se ha convertido ya en un lugar común, citado en todas partes…
Para los antiguos tampoco la razón era la vía de la felicidad; si el hombre alcanzaba la fortuna por medio de su razón y su talento, entonces no tardaba en caer en el error de la soberbia y, sin demora, los dioses se apresuraban a derribarle. Solo si la fortuna llegaba por otros conductos (los conductos de la magia ¿qué otros podrían ser?), entonces esa felicidad podría ser duradera. Mozart le decía a Bullinger en una carta algo que recuerda muy bien esta forma de pensar de los antiguos: “sin algo de magia, ciertamente no me va a llegar la felicidad”.
Esta relación entre magia y felicidad nos lleva hasta una idea de Kafka, citada por Agambén en un bellísimo ensayo, en el sentido de que solo si se llama a la vida con el nombre correcto, la vida viene hasta uno. Esto es un enfoque nítidamente mágico de la eudemonología, pues desde tiempo inmemorial, el ocultismo supone que todas las cosas tienen un nombre secreto y que quien lo conoce tiene la posibilidad de ejercer el poder sobre ellas. Por lo tanto, si cambiamos la palabra vida por felicidad, lo cual es aceptable, comprobamos que Kafka estaba incidiendo en la asociación necesaria de la magia y la felicidad o, lo que es lo mismo, en el vínculo negativo entre dicha y razón. Es decir, necesitas una cierta dosis de magia para invocar con éxito a la felicidad. Sin magia, ni la vida ni la felicidad van a venir hasta tí.
Walter Benjamin, iluminado por la mescalina en una de aquellas fastuosas sesiones experimentales que llevaba a cabo bajo la supervisión del Dr. Frankl, nos decía que la primera experiencia de la tristeza en el niño no es la comprobación de que el adulto es más fuerte qué el, sino todo lo contrario: la constatación de que el adulto, a la postre, no tiene poderes mágicos. He ahí la primera frustración de nuestra vida. No podemos volar. No podemos mover los objetos con la mirada. No podemos atravesar paredes. No tenemos superpoderes.Todo eso es desolador. Y exige algo de magia para poder ser sobrellevado.


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