Joludi Blog

Dic 30
Portugués.
Marta se extraña de que me esfuerce tanto en aprender portugués. Ella aborrece esos endiablados verbos franceses que la obligan a estudiar en el colegio y se sorprende que yo haga por deporte algo tan aburrido como estudiar un idioma. Se...

Portugués.

Marta se extraña de que me esfuerce tanto en aprender portugués. Ella aborrece esos endiablados verbos franceses que la obligan a estudiar en el colegio y se sorprende que yo haga por deporte algo tan aburrido como estudiar un idioma. Se lo explico. Le digo que hay pocas cosas tan interesantes como aprender una nueva lengua, porque cada lengua que empiezas a dominar es una puerta a un mundo de cultura y un modo de pensar totalmente nuevos. La mente de quien habla varios idiomas es como un palacio lleno de ventanas, y cada ventana ofrece una vista diferente y apasionante. Siempre cambiante. Pero, además, centrándonos en el portugués, no solo se trata de la séptima lengua del mundo, en términos cuantitativos, y la más hablada en el hemisferio sur del planeta. También, en lo cualitativo, es una lengua con un enorme patrimonio cultural que ahora me es dado conocer mejor. Saber portugués me acerca a la maravillosa Historia de Portugal, que es tan paralela a la de España y que permite entender muchísimo mejor lo que nos ha ido pasando a lo largo de los siglos. Y la Literatura portuguesa es tan brillante como la que más en el mundo. Desde Alfonso X el Sabio (cuyas cantigas eran realmente poesía portuguesa o galaico-portuguesa) al gran Saramago, las letras lusitanas son un milagro casi tan inexplicable, en un país tan relativamente pequeño, como el milagro de la expansión territorial de los portugueses en su siglo de oro, cuando se atrevieron a abarcar, porque sí, medio planeta, desde los Andes al Mar de China. 

Pero es que ni siquiera se puede decir con propiedad que hayan existido grandes escritores y poetas portugueses, sino que el país mismo, como un todo, es un país escritor y poeta. Creo que esto no ocurre en ningún otro caso conocido en el mundo. En el Portugal de mediados del siglo XIII por ejemplo, era proverbial decir que todos hacían versos (“Dir-se-ia que toda a gente fazia versos”, nos cuenta el maravilloso José Hermano Saraiva). Hay miles de poemas y canciones anónimas recogidas en los Cancioneiros medievales que se recopilaban por entonces. Y hasta los reyes portugueses tenían como hobby la creación de poesía, pues se conocen composiciones de Don Sancho I y Don Dinis, por no mencionar de nuevo a Alfonso el Sabio, que escogió el portugués para sus cantigas, sabedor de que en aquellos tiempos esa era la lengua imprescindible para la poesía. No se podía pensar en versos populares en otro idioma, con la excepción del provenzal.

De hecho, en esa época, en torno a 1250 d.c, converge, como si fuese una tormenta perfecta de lirismo, toda la prodigiosa tradición portuguesa de poesía popular islámica, judía y mozárabe (con sus delicadas cantigas de amigo y sus kharyas) con la nueva poesía galante y cortesana importada por Alfonso III tras su estancia en Borgoña como duque consorte. El resultado fue un boom poético como no se conoce en ningún otro lugar del mundo y que es tal vez la clave de que a lo largo de los siglos siguientes, y hasta nuestros días, Portugal mantuviese una portentosa excelencia poética y una capacidad única para integrar lo poético en la vida cotidiana. ¿Acaso los fados o las mornas no son también fascinantes poemas del pueblo, que reproducen a su modo aquellas canciones de amigo del siglo XII, en las que la voz femenina gemía por un amor deseado o perdido? ¿No será Pessoa, que está en la cima de la poesía europea del siglo XX, un heredero de Paio Soares o Martín Codax?

Yo le he intentado explicar todo esto a mi Marta (mi convicción de que cada lengua es una ventana, mi pasión por la poesía portuguesa, etc…), pero no he tenido ningún éxito. Ella desvía la atención y sigue pensando que aprender idiomas es una lata. He intentado incluso explicarle que uno de los primeros poetas y trovadores portugueses, Gonzalo Eanes D’Ovinhal, verdadera estrella lírica del siglo XIII portugués, es su indudable antepasado, tal como demuestran las sesudas genealogías que se han escrito sobre el origen del linajudo apellido que ella lleva. Pero ni siquiera así. Marta me mira como si estuviese viendo a un bicho raro. Y yo entonces pongo punto final a mi perorata invitándole a escuchar una bellísima canción actual portuguesa (pura poesía, como buena parte de la música pop que se oye ahora en Portugal) que me traje de Oporto hace un par de semanas. Ella atiende la música, escucha mi traducción de algunas palabras… La canción se titula Definiçao de Amor, es de Sergio Godinho, un cantautor inspirado y comprometido con el pueblo, a lo Paco Ibáñez. Es un tema delicioso que habla de poetas y poesía y cuyos primeros versos dicen: amor e fogo que arde sem se ver, e ferida que dói e nao se sente, é un contentamento descontente, é dor que desatina sem doer...Escuchando esto, se diría que Marta, ya casi quince años, ay, empieza a comprender algo de lo que digo. Como bien sabían aquellos trovadores portugueses del XIII, una canción se entiende mejor que un discurso…


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