Joludi Blog

Oct 16
Run, rabbit run.
Anteanoche fuimos al cine a ver la última película de Tim Burton. Como me suele ocurrir últimamente, antes de llegar a media película sentí el irrefrenable deseo de salir de la sala y esperar fuera a las chicas. Creo que salí justo...

Run, rabbit run.

Anteanoche fuimos al cine a ver la última película de Tim Burton. Como me suele ocurrir últimamente, antes de llegar a media película sentí el irrefrenable deseo de salir de la sala y esperar fuera a las chicas. Creo que salí justo después de que sonase brevemente la deliciosa canción de Flanagan y Allen, Run, Rabbit, Run…Entretuve la espera tarareando. Y como me aburría me puse a pensar en la palabra “peculiar”, que forma parte del título del film (Miss Peregrine y el hogar de chicos peculiares”).
Peculiar es una palabra realmente interesante. Originalmente, era un adjetivo que significaba estrictamente aquello que forma parte de nuestro patrimonio, lo que está dentro de nuestras propiedades. Es un término que deriva del latín pecus, ganado. Ya sabemos que riqueza y anímales domésticos iban siempre de la mano en la antigüedad lingüística, como nos lo sugiere también la palabra capital, que hace referencia a las cabezas de ganado.
Curiosamente, este sentido de algo patrimonial de una persona, evoluciona hasta la idea de algo patrimonial de un grupo. Y no menos curiosamente, este último sentido evoluciona hasta la idea de algo característico de un grupo que es “singular”, “raro” o, en algún sentido, “especial”.
Ahora bien ¿por qué se producen estos cambios semánticos? Una posible explicación nos remontaría a la traducción al latín de un versículo de la Biblia, concretamente 1 Pedro 2,9. Ahí, en el texto original  griego de la Septuaginta, se habla del pueblo elegido, al que se ensalza con atributos como “raza electa”, “sacerdocio real”, “nación sagrada” y-esto es lo interesante- “pueblo perteneciente al patrimonio de El” (λαὸς εἰς περιποίησιν). Esta última calificación es muy característica de la Torah, donde se repite a menudo la idea según la cual el pueblo de Israel es el pueblo “atesorado” por Dios (“segolah”).
En algunas traducciones de la Biblia a las lenguas modernas (por ejemplo en la Biblia en inglés del Rey Jacobo), esa expresión griega-perteneciente al patrimonio- se traduce como “peculiar”, recogiendo muy bien el sentido genuino del término, al que arriba me refería. Y entonces, es comprensible que, en el contexto de la cita bíblica, el término peculiar acabe siendo interpretado como especial, elegido, singular…
El caso es que yo también pienso que esa evolución semántica de peculiar, desde lo patrimonial a lo diferencial, refleja a su modo el hecho de que nada separa tanto a una persona o a un grupo como la posesión de riqueza, que es lo que viene ciertamente a establecer distinciones allí donde la naturaleza no ha puesto sino igualdad.
No tiene entonces nada de peculiar que peculiar haya acabado significando peculiar.
Mientras medito sobre esto, veo que salen las chicas del cine con expresión risueña, consecuencia indudable de haberlo pasado más que bien con las aventuras de Miss Peregrine y sus niños “peculiares”. Qué envidia. Me preguntan por qué no me ha gustado a mí. Y yo pongo cara de no saber muy bien por qué, y me limito seguidamente a tararear el estribillo: run, rabbit run, mientras nos encaminamos por las escaleras mecánicas hacia el parking. Run, rabbit, run…


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