Joludi Blog

Ene 4
Quizá algún día.
Mientras caminamos por las calles de La Habana, Mercedes me pregunta si tiene verdaderamente sentido apostar por el modelo social comunista y en particular por la abolición de la propiedad privada y el sistema competitivo de...

Quizá algún día.

Mientras caminamos por las calles de La Habana, Mercedes me pregunta si tiene verdaderamente sentido apostar por el modelo social comunista y en particular por la abolición de la propiedad privada y el sistema competitivo de mercado.

La pregunta es complicada, y oportuna, teniendo en cuenta dónde estamos, y le pido que me permita responderla simplemente con unas reflexiones que hizo al respecto nada menos que Stuart Mill, una de las mentes más preclaras de los últimos siglos en lo relativo a sociedad y economía.

Para Stuart Mill, si hubiese que elegir entre el comunismo y el estado actual de la sociedad, con todos sus sufrimientos e injusticias, la opción sería fácil. Habría que optar por el comunismo entonces, sostenía. Si la propiedad privada entrañara necesariamente que el destino del producto del trabajo de cada uno guardase relación inversa con el trabajo de cada uno (pues la mayor parte de la riqueza va a parar a quienes no trabajan y luego, en escala descendente, a quienes solo trabajan nominalmente, etc…), entonces, y solo entonces, pensaba Stuart Mill, no habiendo término medio, “todas las dificultades del comunismo, grandes o pequeñas no pesarían más que el polvo de la balanza…”(sic)

Pero Mill añadía que se trataba de una falsa elección. Reconocía que el sistema de competencia le resultaba odioso. Se negaba a aceptar resignadamente que el estado normal de los seres humanos fuese el de luchar entre sí para salir adelante, pisotearse, darse codazos y aplastarse unos a otros. Pero Sutart Mill reconocía que la codicia y la competitividad tenían por desgracia, en este estado del desarrollo humano, cierta función: “…que las energías de la Humanidad, así como antes estuvieron al servicio de la lucha en la guerra, lo estén al de la lucha por la riqueza hasta que las mentes más preclaras consigan educar a los demás en cosas mejores, es sin duda preferible a dejarlas enmohecer y anquilosarse. Mientras las haya, las inteligencias toscas necesitarán estímulos toscos y es preciso permitir que los tengan”.

No se me ocurre añadir nada, le digo a Mercedes, respecto a estas sabias palabras que personalmente suscribo. Son tristes palabras, pero ponen de manifiesto que la abolición de la propiedad privada y del mercado libre y competitivo no es algo para lo que esté preparado todavía el ser humano. Quizá algún día, le digo. Quizá algún día, repito, mientras seguimos nuestra caminata por la interminable calle Neptuno. Quizá algún día.


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