
Una cuestión de peso.
Por alguna razón misteriosa, cada fin de semana gano peso. Lo compruebo al pesarme cada mañana de lunes. Yo creo que es algo metafísico.
Pero es algo que cada vez me preocupa menos.
El problema del sobrepeso no parece tener tanto fundamento científico, ni mucho menos. Los datos contrastables sugieren que se trata más bien de una especie de histeria sociocultural que la clase media amplifica por razones más próximas al interés del grupo que por verdaderos argumentos médicos.
¿Sorprende esto? Entonces tomemos los resultados de la mayor investigación epidemiológica realizada en el mundo hasta la fecha, que incluye datos de más de 2 millones de personas de todo el mundo a lo largo de 10 años. Según esa investigación, en Noruega se ha encontrado la mayor esperanza de vida en personas con un índice de masa corporal entre 26 y 28, es decir, personas técnicamente “gordas”. Más aún, esa misma “macro-investigación” indica que las personas idealmente delgadas (con índices de masa corporal entre 18 y 20, presentan una esperanza de vida inferior a las personas con índices entre 34 a 36 (los genuinos “obesos”, con más de 25 kilogramos de sobrepeso).
Un libro que describe todo este “fraude” colectivo en relación con la gordura y sus presuntas consecuencias fatales para la salud, está siendo un verdadero best seller en los estados unidos. Se titula “El Mito de la Obesidad”. En sus páginas se prueba, a gran escala, que no hay verdadera correlación entre el sobrepeso y los riesgos de mortalidad asociados habitualmente con la gordura. Es más bien al contrario, en el sentido de que los “gordos”, tienden a vivir más que los netamente “delgados”. Aunque estrictamente no prueba nada, lo cierto es que en Estados Unidos, la esperanza de vida ha crecido en la última década nada menos que en 2 años, siendo así que en igual período la tasa de obesidad se ha disparado un 60%.
Algo no cuadra.
Y también es extraño que en igual período (los años dorados de la obesidad, podríamos decir), la incidencia de la diabetes tipo 2, típicamente asociada a los niveles altos de sobrepeo, se ha mantenido totalmente estable. Y lo mismo se puede decir de la hipertensión y los infartos. Siguen estando en los mismos niveles que en 1992, pese a que vamos camino de que haya el doble de obesos que en aquellos tiempos.
¿Quién tiene razón?. Bueno, lo importante es añadir un poco de sano de escepticismo a este tema del sobrepeso en el que se cruzan muchísimos intereses económicos y corporativos. Y comer razonablemente, con sentido común, sin agobiarse demasiado por no tener el tipo de un Mark Van der Loo o de una Esther Cañadas.
Porque tal vez lo que realmente sea perjudicial para la salud no sea tanto estar un poco más gordo de lo que es culturalmente deseable, como iniciar una y otra vez dietas absurdas que vuelven loco al organismo.
Y esto sí que parece muy demostrado científicamente, por cierto.