Joludi Blog

Mar 5
Un don natural.
El último tweet de Trump acusa a Obama de haberle espiado durante la campaña electoral, grabando sus conversaciones telefónicas.
Los medios se escandalizan por esta acusación sin pruebas. Y dicen que es algo inaudito.
No lo es. Quiero...

Un don natural.

El último tweet de Trump acusa a Obama de haberle espiado durante la campaña electoral, grabando sus conversaciones telefónicas.
Los medios se escandalizan por esta acusación sin pruebas. Y dicen que es algo inaudito.
No lo es. Quiero decir que no es inaudito.
La realización de afirmaciones sin pruebas es justamente el primero de los rasgos del lenguaje totalitario.
Esto lo estudió mucho Gustave Le Bon, el pensador francés que analizó, al final del siglo XIX el lenguaje del caudillismo y las técnicas de propaganda en la nueva sociedad de masas. Se sabe que La Psychologie des Foules fue precisamente un libro de cabecera de Hitler durante su estancia en la cárcel, previa a su vertiginoso ascenso al poder en Alemania.
Para Le Bon, los factores que permiten manipular a las masas son a) la afirmación, b) la repetición, c) la simplificación d) la uniformización d) la vaguedad e) la apelación a los sentimientos y f) la teatralidad.
La afirmación pura y simple, nos dice Le Bon, desvinculada de todo razonamiento y toda prueba, constituye el medio seguro de hacer penetrar una idea en el espíritu de las masas. Trump es un especialista en este tipo de afirmaciones.
La repetición de la cosa afirmada, como sabían bien Goebbels, conduce a los espíritus a una situación en la que lo repetido se acaba aceptando como verdad demostrada. También en esto Trump es sobresaliente.
La simplificación consiste en afirmar las cosas de manera concisa y breve, sin enredarse en pruebas y demostraciones, adquiere una autoridad indiscutible. Esto explica la preferencia de Trump por los tweets, que son la suprema manifestación de la simplificación.
La uniformización consiste para Le Bon en no diversificar el canal al través de los que se transmiten los mensajes. Pues bien, la obsesión de Trump por no cejar ni una hora de llenar la red con sus tweets bien podría tener como propósito mantener a sus acólitos adheridos a una única fuente de información: la suya.
La vaguedad implica según Le Bon que el caudillo o aspirante a serlo debe evitar el principio de la retórica argumentativa, que ha de buscar la precisión de los vocablos. El caudillo debe usar palabras y expresiones ambiguas. En eso Trump, durante la campaña, demostró ser un experto.
La apelación a los sentimientos permite impresionar a las masas de manera mucho más efectiva que los datos o los argumentos racionales. Es más, decía Le Bon que la razón no es uno de los factores capaces de movilizar a las masas. Más bien al contrario, la razón estorba, en el lenguaje totalitario (“nous pourrions nous dispenser de mentioner la raison, sin n’était nécessaire d’indiquer la valeur negative de son influence.”). Lo que hay que hacer es tañir las cuerdas sentimentales del hombrecillo medio, un poco como hacía Hitler cuando presentaba el mito de la Edad de Oro de los Arios a la que él llevaría de nuevo a Alemania . O como hace Trump cuando promete volver a hacer América “great”.
Por último, el énfasis en la puesta en escena, en la teatralidad, en la fórmula,  es también uno de los fuertes de Trump, que cuenta con muchas horas de experiencia en los platós de televisión y resulta ser un auténtico maestro en el lenguaje no verbal (obsérvese su hábil gesticulación de manos y el curioso uso de su dedo, que levanta y gira en el aire para subrayar sus afirmaciones, ¡exactamente igual que lo hacía Goebbels!).
Todo esto, por lo tanto, ya lo sabíamos. Es materia conocida, estudiada y puesta en práctica desde hace más de un siglo. Al menos desde que se publicaron las obras de Le Bon.
La cuestión es si Trump ha leído a Le Bon. O a Klemperer.
No lo creo. Por lo visto Trump se pasa las noches en vela viendo la televisión. Y empieza a mandar tweets a eso de las 6 de la mañana. 
No. Trump no parece haber leído casi nada, más allá de los contratos de sus mútliples fraudes financieros. Su dominio de la retórica totalitaria, que es indudable, ha de ser en él, pienso, un don natural. Algo innato.


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