Joludi Blog

Abr 27
Medir
¿Qué es realmente la sabiduría?, me pregunta Marta en una de esas ocasiones en que me coge por sorpresa con alguna demanda imposible.
Es muy difícil responder. Tal vez es más sencillo decir lo que no es la sabiduría. No es conocimiento, que sí...

Medir

¿Qué es realmente la sabiduría?, me pregunta Marta en una de esas ocasiones en que me coge por sorpresa con alguna demanda imposible.
Es muy difícil responder. Tal vez es más sencillo decir lo que no es la sabiduría. No es conocimiento, que sí solo es conocimiento a veces no sirve más que para desorientarnos. No es felicidad o paz interior, pues hay acaso tantos Sócrates tristes como imbéciles felices (y acepto que la mayoría de los imbéciles félices prefieren esta condición a la otra, pero es precisamente por eso, porque son imbéciles).
Quizá la sabiduría sea tan solo un cierto sentido de la medida de las cosas. Yo me quedaría con esa definición tan humilde.
La pista me la dan los antiguos griegos, como en tantas otras cosas. Las frases de sabiduría que se atribuían en la Hélade a los legendarios Siete Sabios de Grecia evocaban casi siempre esta noción de medida. Cuando se decía γνῶθι σεαυτόν, “gnozii se autón”, es decir, “conócete a tí mismo”, no se estaba proponiendo ni mucho menos (como suele pensarse) un estudio íntimo de la propia personalidad, milenios antes del psicoanálisis, sino más bien la mera conciencia de las propias limitaciones como mortal. El ubicuo μηδεν αγαν, medén agán, “nada en demasía” también era una forma de vincular la sabiduría al sentido de la proporción. Lo mismo se puede decir del célebre apotegma de Cleobulo de Lindos, μέτρον άριστον: metrón aristón, la medida es lo mejor…
La esencia de la sabiduría para aquellos sabios griegos era la templanza, la sofrosine, que en realidad no era sino la medida en el comportamiento, el rechazo a los excesos, el sentido del kairós, la oportunidad. Incluso la Justicia, que para ellos era la más esencial forma de sabiduría, la veían básicamente como un sentido de la medida.
En aquella que Jaspers llamó la Edad Axial, allá por el siglo VII a.c, los griegos transformaron el mundo al descubrir la importancia de la medida y obsesionarse por ella. Lo mismo medían distancias en ese Egeo que hicieron suyo, que medían alturas de montañas o monumentos (como hizo Tales con las Pirámides) o que medían el valor de las cosas con aquellas monedas recién inventadas en Lidia, tal como hacían los incontables comerciantes helenos que convirtieron Oriente Medio en el primer mercado global…Y siempre lo hacían con el mismo afán de precisión que les llevó a formalizar aquel saber geométrico intuido antes por los agrimensores egipcios.
Ese afán obsesivo de la medida creo que fue el embrión del pensar filosófico (y político) de Grecia. Y, por añadidura, la raíz del pensamiento occidental.
Sí. Pensar no es otra cosa que medir. La etimología misma nos lo recuerda. Pensar es, esencialmente, ponderar, pesar las cosas. Nuestra palabra “mente” nos remonta hasta la raíz indoeuropea “ma”, con el significado de medir (en sánscrito la palabra mana significa al mismo tiempo “ser humano” y “medida”). Incluso vocablos como “talento” también pertenecen a la misma familia, pues este término se relaciona con el griego antiguo talantón, que significaba “balanza” (tolerar tiene el mismo origen).
Entonces, si pensar es medir, valorar, cuantificar (incluso tolerar, etimológicamente), la sabiduría, que no es sino la forma más excelsa de pensamiento, solo puede ser sentido de la medida.
Y esto se ve más aún más claro en la forma negativa.
La estupidez no es sino el exceso. Acaso la intolerancia.
No hace falta ser uno de los Siete Sabios de Grecia para comprenderlo.


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