Joludi Blog

Oct 22
Inteligencia y raza
James Watson es premio nobel y una autoridad científica mundial. Es el padre de lo que quizá haya sido el descubrimiento más importante del siglo XX: el ADN (con la salvedad de la P.D a este post, que me ha obligado a cambiar su...

Inteligencia y raza

James Watson es premio nobel y una autoridad científica mundial. Es el padre de lo que quizá haya sido el descubrimiento más importante del siglo XX: el ADN (con la salvedad de la P.D a este post, que me ha obligado a cambiar su foto, por la de Rosalind Franklin, que es quien aparece aquí).

Ahora, Watson ha saltado a la fama de nuevo por sus declaraciones sobre el nivel de inteligencia de los negros y su relación con el futuro de Africa.

Watson dice que Africa no tiene futuro porque los negros son objetivamente más tontos que los blancos, ya que los tests demuestran consistentemente que aquellos tienen menor nivel de inteligencia que estos.

Curiosamente, la noticia de estas declaraciones no ha tenido mucho eco en los medios de comunicación. Se trata de algo que es tan políticamente incorrecto que ni siquiera las agencias de noticias lo han distribuido.

Pero a mi no me parece bien que se le ponga sordina a declaraciones de este tipo. Me niego a aceptar esta nueva forma de censura representada por el código implícito de “corrección política”.

Lo que hay que hacer es debatir este tipo de asuntos. Con todo el rigor posible, y tratando de descartar el sesgo ideológico.

Me parece que el enfoque correcto es reconocer que los negros dan menos puntuación en los test de inteligencia. Esto es un hecho. Pero a partir de este hecho, hay que dar algún paso más.

Hay que pensar, en primer lugar que los test de inteligencia pueden tener un componente social, cultural (y racial) determinados. Es seguro que están concebidos para medir la inteligencia según una escala determinada, y de acuerdo con unos valores culturales determinados, muy influidos por la forma de vida occidental.

Watson (y Eysenck) replican diciendo que no se está hablando de los resultados obtenidos en los tests de cociente intelectual por parte de africanos de Guinea o Benin, pongamos por caso, sino de los resultados obtenidos por afroamericanos en Estados Unidos, que siguen siendo consistentemente más bajos que los obtenidos por los blancos de las mismas regiones.

Pero las diferencias culturales subsisten, ya se trate de ciudadanos negros de Minesotta o de ciudadanos negros de Nigeria. Y esas diferencias culturales pueden estar influyendo en los resultados comparativos de los tests.

En todo caso, esto no es lo esencial, me parece a mí. Lo importante es que las declaraciones de Watson no ponen en cuestión la inteligencia de los negros, sino que lo que hacen es poner en cuestión la validez de los sistemas occidentales de medida de la inteligencia.

Porque lo que suscita la postura de Watson (y de Eysenck, que ya creó polémica al respecto hace años, sosteniendo que los negros de América eran los descendientes de los negros tontos de Africa, aquellos que no habían conseguido escapar de sus negreros) es un tremendo escepticismo hacia una noción de inteligencia basada en medir parámetros muy básicos como la habilidad espacial, la fluidez verbal o la capacidad para manejar números.

La inteligencia debería ser un concepto mucho más elaborado. Debería ser una noción vinculada con la capacidad para sobrevivir en cada entorno, con la capacidad para ser feliz y realizarse de forma íntegra como ser humano. Y todo eso no tiene mucha relación ni con las matemáticas ni con la geometría.

Un ciudadano blanco, por mucho IQ que tenga, no sobrevivirá muchos días en la sábana africana. Y si fuesen los bosquimanos los que tuvieran que preparar allí los test de inteligencia, ese ciudadano blanco daría valores de auténtico retrasado mental, por muchos títulos y cualificaciones que hubiese obtenido previamente en las mejores universidades occidentales.

La comunidad científica debería enterrar de una vez por todas el ridículo concepto de coeficiente intelectual, que no sirve para casi nada y crea toda clase de equívocos y conflictos ideológicos.

Todos los avances recientes en el ámbito de la inteligencia emocional han dejado obsoleto el sistema tradicional de medida del nivel intelectual. Y esto es sólo una más entre las innumerables deficiencias de ese sistema clásico de parametrización de la inteligencia.

Watson debería haber pensado un poco en todo esto antes de proclamar sin más una enormidad como la que ha dicho. O al menos una imprecisión tan grande.

En cuanto Premio Nobel y autoridad científica, James Watson tiene una cierta responsabilidad social.

Pero quizá Watson sea solo eso. Un gran científico. No necesariamente una persona inteligente. Quizá le falte un poco de perspectiva para salir del sota, caballo y rey de sus análisis estrictamente científicos.

Ya lo decían los latinos cuando criticaban a los que sólo sabían de matemáticas, sin ver un poco más allá. “Purus matemáticus, purus asinus”, decían.

Esto es, “puro matemático, puro asno”.

P.D. Me acaban de decir (y me lo dice una bióloga), tan pronto he publicado este post, que el tal Watson no es el verdadero descubridor del ADN. Que en realidad Watson y su compinche Crik le robaron la idea a Rosalind Franklin, conocida la dama en la sombra del ADN. Por desgracia, Rosalind murió de cancer y no pudo optar por ello al premio nóbel, por lo que el mérito y la pasta del premio se la llevaron estos dos.

Ya decía yo que el Watson no era muy de fiar. No sabía yo este tema. Así que como primera providencia he cambiado su foto por la de Rosalind, la verdadera descubridora (que además, me cae mucho mejor, a simple vista). Faltaría más. No está en mi mano devolver el Nobel a su legítimo propietario, pero si cambiar la foto. Es facilísimo.