Joludi Blog

Oct 7
Demos y kratos.
Un amigo lector, a quien tengo por muy inteligente y con el que creo compartir muchos valores, me pregunta (tal vez retóricamente) por qué sostengo que el “derecho a decidir” es tan solo una añagaza dialéctica y no una verdad...

Demos y kratos.

Un amigo lector, a quien tengo por muy inteligente y con el que creo compartir muchos valores, me pregunta (tal vez retóricamente) por qué sostengo que el “derecho a decidir” es tan solo una añagaza dialéctica y no una verdad autoevidente. Le contesto con sumo gusto aunque sinceramente yo pensaba que no era un asunto con verdadera enjundia intelectual.
Para empezar, digamos que “derecho a decidir” puede entenderse como una expresión genérica o bien como una expresión específica. Es decir, podemos considerar la idea de “derecho a decidir” en abstracto, o bien referirla a una situación o circunstancia concreta.
En sentido genérico, sostengo que decir que existe derecho a decidir es o bien una tautología o bien un absurdo. Lo digo porque ese derecho genérico que se supone tenemos para decidir puede hacer referencia a algo a lo que tenemos derecho o a algo a lo que no lo tenemos.
Si hace referencia a algo a lo que tenemos derecho, estamos ante un pleonasmo, es decir, nos limitamos a decir que tenemos derecho a lo que tenemos derecho. Y eso es un puro flatus vocis. Razonamiento circular.
En el segundo caso, es decir, si propugnamos que tenemos derecho a decidir sobre  lo que no tenemos derecho, estamos ante una especie de contradictio in adjecto. Otro flatus vocis.
En sentido no genérico, la cosa ya es más peliaguda. ¿Tiene derecho un grupo humano determinado a decidir en un momento concreto sobre su soberanía, por ejemplo? Más concretamente ¿tienen los catalanes de 2017 derecho a decidir sobre la integridad del Estado español?
Pues para responder a esta pregunta, primeramente deberíamos dirimir si consideramos legítimo al actual Estado español. Si lo hacemos, es evidente que el derecho a decidir sobre la integridad del Estado correspondería más bien a la totalidad de los ciudadanos que cuentan con un pasaporte español (incluido el que suscribe). Si no lo hacemos, ay, la cuestión queda abierta. Y en tanto cuestión abierta también podemos concluir que “derecho a decidir” no es una verdad autoevidente, pese a que se presenta como tal.
En definitiva, el “derecho a decidir” es algo que suena profunda e indiscutiblemente democrático Y es una afortunada expresión de infinito potencial movilizador que, en cierto modo, es tributaria de lo que ya defendía el POUM de Andreu Nin en los años 30 del siglo pasado (“el derecho indiscutible de los pueblos a disponer libremente de sus destinos, etc…”).  Es una expresión que parece sintetizar en tres palabras todo el espíritu democrático, entendiendo como tal algo que nos evoca el poder (kratos) del pueblo (demos). Ahora bien, aceptémoslo, lo del kratos está muy claro. Pero lo del pueblo, lo del demos, ya es harina de otro costal ¿no?. ¿Tienen derecho los corsos a decidir sobre la integridad de Francia? ¿son un pueblo los bretones o más bien debemos reservar esa condición para el pueblo francés? ¿Tienen derecho a decidir los bávaros respecto a la unidad de todos los alemanes? ¿Existe o no existe algo así como el pueblo alemán? ¿Pueden decidir los lombardos sobre su segregación respecto a la Italia pobre? O, ya entrando en lo grotesco ¿tienen derecho a decidir los fumadores sobre el consumo de tabaco en los lugares públicos? ?¿ tienen derecho los conductores a prohibir el uso de bicicletas en las carreteras? ¿tienen derecho los ciclistas a proscribir los vehículos de cuatro ruedas en las vías públicas?¿tienen derecho los médicos a negarse a atender pacientes homosexuales? ¿tienen un derecho inalienable e indiscutible los tejanos para forzar la independencia de Texas de los Estados Unidos? (este último es un tema mucho más candente de lo que se pueda pensar).
No es fácil definir quien es el demos de cada kratos si nos da por negarnos a aceptar las legitimidades aparentes, reconocidas y bien establecidas en el orden jurídico y político internacional.
Dicho de otro modo, no es obvio discernir qué grupo humano tiene la consideración de “pueblo” en el sentido que da a la palabra la Declaración Universal de los Derechos Humanos o las resoluciones de la ONU.
Para hacerlo, nos tendremos que internar en un laberinto de argumentos históricos, políticos e ideológicos. Un laberinto del que es difícil salir y que, me da la  impresión, está lleno de trampas. 


  1. infinismundi ha dicho: La vida obviamente no es libertad, pero la libertad sí es vida
  2. infinismundi ha dicho: En sentido genérico, quien decide aquello a lo tenemos o no derecho? La Autoridad Competente?
  3. infinismundi ha dicho: Tiene toda la “enjundia” engrasar el intelecto con estas cuestiones. El plato limpio y ña cadena bien engrasada
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