Joludi Blog

Nov 5
Non frendens (sin rechinar los dientes).
Cuenta Seneca, en De Ira, que Pisón, un gobernador romano de Siria a las ordenes del Emperador Tiberio, mandó la ejecución de un soldado que había retornado de una ausencia del cuartel sin el compañero con el...

Non frendens (sin rechinar los dientes).

Cuenta Seneca, en De Ira, que Pisón, un gobernador romano de Siria a las ordenes del Emperador Tiberio, mandó la ejecución de un soldado que había retornado de una ausencia del cuartel sin el compañero con el que había salido (algo que tiene por cierto alguna actualidad por el asunto del recientemente exculpado Sargento Bergdahl, para el que Trump pedía la pena capital). La razón de la pena que Pisón pedía para el legionario era que si el soldado había retornado solo, eso se debería a que sin duda habría asesinado a su camarada…
En el momento de la ejecución, cuando el soldado condenado estaba ya mostrando su cuello al verdugo–nos sigue contando Seneca–aparece súbitamente el otro soldado, al que se había dado por asesinado. Entonces, el centurión que dirigía la ejecución decide interrumpirla y enviar de nuevo al soldado que estaba a punto de ser sacrificado a presencia del gobernador Pisón, esperando que sea cancelada su sentencia de muerte.
Cuando el gobernador conoce lo que ha ocurrido, toma, en extremo furioso, una decisión terrible. Ordena no una sino tres ejecuciones inmediatas, a saber, la del soldado que ha estado a punto de ser ejecutado, porque su sentencia era firme, la del centurión, por no haber ejecutado una sentencia y, por último, la del soldado que había desaparecido, por haber ocasionado la muerte de dos inocentes.
Esta historia del gobernador Pisón se suele mencionar como ilustración de dos posturas contrapuestas. Algunos usan el relato para argumentar que quien imparte justicia debe siempre dialogar (negociar) con la moral o con las circunstancias sociales o políticas de cada momento. Otros, evocan la narración de Seneca para significar que ninguna razón puede justificar la quiebra del imperium del Estado, por pequeña que esta sea, dado que una simple excepción al cumplimiento estricto de la ley, puede derribar el edificio entero de la Justicia.
En realidad, como se deduce cuando se lee el texto completo del autor, lo que Seneca pretende decirnos es que la ira o la furia no puede nunca inspirar a quien imparte justicia. Pisón, cegado por la cólera, ve tres delitos porque no encontró uno. La ira lleva consigo el mal de rechazar toda dirección y se irrita contra la misma verdad, cuando se manifiesta contra su criterio.
Pero– sigue explicando Séneca– la Razón sí puede ejercer la justicia con firmeza. Porque la Razón aplicará la justicia de manera tranquila y silenciosa, derribando “si es necesario, casas enteras”, destruyendo “clanes perjudiciales a la república. (…) devastando su morada, arrasándola hasta los cimientos para borrar los nombres de enemigos de la libertad; y esto sin rechinar los dientes, sin agitar la cabeza, sin hacer nada impropio de un juez, cuyo semblante debe ser tranquilo e impasible, sobre todo cuando pronuncia alguna sentencia importante.”
Fiat iustitia et ruat caelum, reza el apotegma latino; hágase la justicia aunque el cielo se derrumbe. Pero ¿de qué justicia hablamos? ¿de la del gobernador Pisón o la del juez tranquilo e impasible que evoca Seneca?
Tal vez, sí, tal vez ha de hacerse la justicia en todo caso, aunque se caigan, figuradamente, los cielos. Tal vez ha de ser así, pues de lo contrario es todo el sistema de convivencia el que se pone en cuestión.
Pero sí ha de ser así, que lo sea con la única, mas esencial, condición de que la justicia se aplique desde la Razón, nunca desde la furia ni el odio. Sin rechinar los dientes (haec non frendens). Como enseña Seneca.


  1. kinzti ha reblogueado esto desde joludi
  2. demetrixtn ha reblogueado esto desde joludi
  3. wfosbery ha reblogueado esto desde joludi
  4. joludi ha publicado esto