Joludi Blog

Oct 24
Como mandan los cánones
Ya he dicho en algún sitio de este caótico blog, que la etimología de las palabras me da pistas sobre su significado más profundo.
Por esto me alegró saber que una amiga mía tiene un programa de radio en el que, entre otras...

Como mandan los cánones

Ya he dicho en algún sitio de este caótico blog, que la etimología de las palabras me da pistas sobre su significado más profundo.

Por esto me alegró saber que una amiga mía tiene un programa de radio en el que, entre otras cosas, cuenta el origen etimológico de algunas palabras. El programa parece se emite los domingos, cosa que me extraña porque yo creía que las emisoras de radio emitían en ese día de la semana fútbol y sólo fútbol por alguna razón de tipo tecnológico que no acierto a comprender.

Le prometí a mi amiga alguna sugerencia para su programa, dado lo mucho que me interesa a mí el tema etimológico.

La contribución que me atrevo a hacer, por si le viene bien para uno de estos domingos, es la etimología de la palabra “canónico”, sobre todo en relación con la expresión “evangelios canónicos”.

Los evangelios canónicos, como es sabido, son los cuatro que forman parte del “Nuevo Testamento. Son los tres sinópticos, de Marcos, Mateo y Lucas (con cuyos contenidos se podría hacer un gráfico y comprobar los muchos paralelismos, de aquí la palabra sinóptico), y el de Juan, que va totalmente por libre y no tiene mucho que ver con los otros tres.

Estos cuatro evangelios se denominan canónicos en contraposición a los evangelios "apócrifos” como los de Felipe o Pedro, que son tan evangelios como los canónicos y que fueron tan populares en los primeros tiempos del cristianismo como estos últimos, pero que pasaron a la “ilegalidad” merced a la doctrina de la Iglesia que, calificándolos como apócrifos, venía a configurarlos más o menos como “falsos”.

Pero, ¿qué significa realmente canónico? ¿Por qué esta palabra, cuyo primer uso de alcance quizá fue precisamente la calificación de los evangelios “auténticos”?

¿Es lo mismo, técnicamente hablando “canónico” que “veraz” o “comprobado”? Veremos que la etimología lo aclara.

La palabra “canónico” como tantas otras palabras clave de nuestro tesoro lingüístico, tiene su origen en la agricultura, o al menos en el mundo del campo y la naturaleza (como también lo tienen otras palabras importantísimas como “leer” (recolectar), “escribir” (arar), “egregio” (fuera de la manada) o “lágrima” (exudación de la hoja).

“Canónico” viene de una raiz semítica relacionada con el concepto de “caña”. ¿Por qué? Pues porque nuestros remotos antepasados usaban esas cañas de las zonas pantanosas para tomar medidas. Medir era usar una caña.

Entonces ¿qué cosa es canónico? Pues es aquello que hemos medido previamente con nuestra regla, con nuestros criterios. Una utilización justa de esta acepción el “canon” de Leonardo, esto es, el conjunto de medidas ideales del cuerpo humano, según el genio de Vinci.

Por lo tanto, si nos inspiramos en la etimología, los evangelios canónicos no son precisamente los evangelios verdaderos, sino los evangelios que, antes de ser publicados por la Iglesia, han sido cuidadosamente examinados, medidos, graduados…para garantizar que encajan con la doctrina previa romana. Los evangelios canónicos son los evangelios autorizados y, posiblemente, manipulados. Son tan veraces, o tan ficticios como puedan serlo los canónicos.

Me parece que es un bonito ejemplo del potencial inspirador de la etimología. Y sugiero a quienes me lean que ante cualquier reflexión sobre conceptos, hagan primero una grata excursión al mundo etimológico. No todo se deduce del origen de las palabras. Pero a veces da unas pistas maravillosas.