Joludi Blog

Ene 12
Nemo malus, nemo pauper.
En época medieval, Barcelona contaba con una enorme barrio judío. Era el “Call” de Barchinona (“call” es hermosa palabra sefardí, derivada del hebreo kahal, comunidad, que posiblemente nos ofrezca para nuestra calle un origen...

Nemo malus, nemo pauper.

En época medieval, Barcelona contaba con una enorme barrio judío. Era el “Call” de Barchinona (“call” es hermosa palabra sefardí, derivada del hebreo kahal, comunidad, que posiblemente nos ofrezca para nuestra calle un origen etimológico alternativo o complementario al callis o vereda del latín).
Se ha determinado que allá por mediados del siglo XIV vivían en el Call Jueu de Barcelona casi 10.000 judíos, se levantaban 87 edificios y había al menos 4 sinagogas. Dos siglos antes, Benjamín de Tudela ya se deshacía en elogios sobre la aljama barcelonesa, “una pequeña y hermosa ciudad sobre la orilla del mar a la que vienen mercaderías comerciantes de todas partes, de Grecia, Pisa, Alejandría de Egipto, de la tierra de Israel, Africa y todos sus confines”…y en dónde según nos sigue diciendo este marcopolo navarro, vivía una “santa comunidad de judíos y hombres sabios e inteligentes” 
¿Se puede visitar hoy en día el Call de Barcelona o lo que quede de él?
Realmente no, pese a que buena parte de ese barrio judío (también palabra de origen semita) se puede intuir si uno pasea por los rincones de lo que ahora se llama Barrio Gótico y que no es sino una mera reconstrucción contemporánea, piedra por piedra, bastante discutible, de lo que se supone que era la Barcelona medieval.
¿Cómo es posible que no podamos encontrar los verdaderos restos de aquella gran judería de Barcelona (más allá de algún edificio rehabilitado en nuestros tiempos conforme a lo que se suponía que eran aquellos lugares en los que vivían los hijos de Abraham)?
Muy sencillo. La mayoría de los judíos de Barcelona hicieron oportuna apostasía tras los terribles sucesos del 5 de Agosto de 1391. La conversión fue tan sorprendente, masiva y rápida que la judería barcelonesa dejó de existir ya en el siglo XV. La ciudad condal vivió desde entonces una tensión religiosa menor que otras ciudades españolas, con menos hogueras y autos de fé que Sevilla, Córdoba o Madrid. Esto está muy estudiado.
¿Fue acaso esa pragmática apostasía colectiva algo que contribuyó a la tradicional prosperidad de Barcelona? Tal vez. Lo cierto es que con la conversión rauda y masiva se garantizó esa paz social barcelonesa de la que se venían haciendo eco muchos autores. Podríamos, en este sentido, citar a Cyprian Echovius (del que nos habla por Robert Burton), quien se deshacía en elogios de Barcelona, lugar en el que no veía malos ni pobres (nemo malus, nemo pauper) y que consideraba la más recomendable de las ciudades españolas, debido sin duda (o al menos eso nos dice), a la mayor religiosidad de los barceloneses, que es lo que los hace mucho más ricos y saludables (optimus quisque atque ditissimus) que sus vecinos.
A esto habría que añadir (como nos dice Burton en otro lugar de su Anatomy) el efecto de las hermosas panorámicas marinas que disfrutan los barceloneses (“pleasant prospect their city hath into the sea”), lo que según el autor inglés constituye un gran remedio para la melancolía, tan enemiga del progreso de las personas y los pueblos.
Aquella conversión generalizada de los judíos barceloneses (precedente acaso de las conversión generalizada de muchos austracistas tras la guerra de Sucesión o del sorprendente dinamismo que adquirió el “Movimiento” en Barcelona bajo Franco), me parece un conspicuo ejemplo del proverbial pragmatismo y sentido de la adaptación del alma barcelonesa.
Notable pragmatismo y sentido de la adaptación, ciertamente. Algo que a mi modesto entender explica en buena medida ese “nemo malus, nemo pauper optimus quisque atque ditissimus” al que se refería Echovius y que, en cierto sentido, sigue, pese a todo, vigente y donde acaso sigue habitando la santa comunidad de judíos y hombres sabios e inteligentes a la que se refería Benjamín de Tudela.


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