Joludi Blog

Ene 13
Es lamentable ver ese espíritu de revuelta entre los negros.
Trump ha calificado a Haití (junto con El Salvador) como “país letrina” o país “pozo de mierda”. Es algo que ejemplifica bien lo que según Bannon caracteriza a Trump, a saber, que solo...

Es lamentable ver ese espíritu de revuelta entre los negros.

Trump ha calificado a Haití (junto con El Salvador) como “país letrina” o país “pozo de mierda”.  Es algo que ejemplifica bien lo que según Bannon caracteriza a Trump, a saber, que solo tiene dos posiciones, on y off, siendo el on la posición de completa vanidad y el off la de completa capacidad de injuriar y calumniar.

Más allá del disparate que representa esa vulgar observación desde el punto de vista diplomático, hay que subrayar que es en buena medida una calificación injusta. Sobre todo si atendemos a la Historia.
No se puede calificar de pozo de mierda al primer país del continente americano que se rebeló con éxito frente a la explotación y opresión de los negreros y que fue el primer país del mundo en el que la esclavitud fue definitivamente abolida (la abolición de los revolucionarios franceses duró solo hasta Napoleón). La exitosa revolución haitiana fue, además, un elemento importantísimo para estimular la autoestima de los esclavos en Norteamérica e impulsar su emancipación, según ha demostrado Jonathan E. Bosscher.

Los revolucionarios haitianos se alzaron entre 1789 y 1804 frente a los colonizadores británicos y franceses.Y lograron librarse de su infame yugo cuando ni siquiera se habían tejido los pañales que habría de usar un bebé llamado Abraham Lincoln (por cierto que the honest Abe impulsó siendo Presidente unos chuscos programas de “exportación” de los incómodos negros recién liberados, en condición de colonos semivoluntarios a…Haití. Un programa completo para deshacerse de los negros libres, diseñado por la Casa Blanca de entonces en colaboración con ávidos promotores como el viejo millonario Forbes o Tuckerman…¿no hay aquí cierta coherencia con la calificación de rincón de desechos que Trump dedica a la isla caribeña…? 

En el período “antebellum” de Estados Unidos, es decir, el que va entre 1806 y la Guerra de Secesión, la revolución de los esclavos de Haití tenía en ascuas permanentes al país que ahora preside el rubicundo tycoon. El mismísimo George Washington, primer antecesor de Trump, gran terrateniente de plantaciones y notable propietario de esclavos, se alarmó muchísimo en 1791 cuando tuvo noticias de lo que ocurría en ese “pozo-de-mierda” del Caribe, en el que parecía surgir algo que en mala hora podría amenazar su opulento modus vivendi y el de sus iguales. “Es lamentable…”, le decía George Washington por carta a John Vaughn, “…es lamentable ver tal espiritu de revuelta entre los negros” (carta de Washington a John Vaughn, 27 Diciembre 1791, The Writings of George Washington, ed., John C. Fitzpatrick, 39 vols. Washington, D.C., 1931-44, 31: 453). Pocos años más tarde, Jefferson, el tercero de los Potus y también notorio esclavista, cortaba toda clase de ayuda a Toussant, el líder del alzamiento negro en Haití quien, pese a todo, consiguió dar vida a la primera República Libre de América. Una República a la que, en 1806, el Congreso de los Estados Unidos declaró el embargo y el beligerante no reconocimiento. Ni siguiera accedió la Casa Blanca a reconocerla en1830, cuando Francia e Inglaterra por fin lo hicieron. Ni tampoco en 1840, cuando le tocó el turno a países aún esclavistas como España y Portugal; seguía habiendo demasiado miedo en Washington a que se produjese una contaminación del espíritu libre y rebelde de los negros de “Saint Domingue” entre las productivas masas de esclavos de Luisiana o Carolina del Sur…

Así que podemos trazar cierta línea de continuidad para enlazar a los padres fundadores de Estados Unidos, que eran nítidamente racistas, esclavistas y por ello muy temerosos de la inmigración haitiana, con el recelo contra esa misma inmigración que muestra en sus exabruptos el actual inquilino de la Casa Blanca. Un personaje que resulta en algunos aspectos muy parecido a sus remotos predecesores, pero con el valor añadido de ser un notorio bocazas y un incontinente verbal, cosa que ni Jefferson ni Washington eran en modo alguno. Seguimos en las mismas, pues, pero, en cierto sentido, mucho peor.


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