Joludi Blog

Ene 14
El despertar del sueño fiduciario.
“Los bitcoins son una moneda vacía, no tienen nada detrás…”. Oigo decir esto una y otra vez, incluso en boca de personas con cierta cultura financiera. Y me resulta asombroso que esas personas no consigan despertar...

El despertar del sueño fiduciario.

“Los bitcoins son una moneda vacía, no tienen nada detrás…”. Oigo decir esto una y otra vez, incluso en boca de personas con cierta cultura financiera. Y me resulta asombroso que esas personas no consigan despertar de lo que yo llamo el sueño fiduciario.
Todas las monedas son vacías, en el sentido de que realmente ninguna moneda vale nada más allá del valor que la atribuyen quienes la usan. Si esa atribución desapareciese de golpe, por  arte de magia, la moneda no sería más que un trozo de papel o de metal.
Lo mismo ocurre con los activos financieros. Con más razón aún. Su valor radica tan solo en la confianza que nos merecen. Un bono de la Deuda Pública, por ejemplo, tiene valor solo porque confiamos (nosotros y millones de personas como nosotros) en que el Estado nos devuelva, en moneda de curso legal su valor nominal, con los correspondientes intereses y al cabo del período establecido en su emisión. Estamos por lo tanto también ante un tema de pura confianza. Y confianza por partida doble. Confianza en que el Estado responderá. Y confianza en que la moneda con que nos pague tendrá algún valor el día que se nos pague.
El bitcoin también es una moneda cuyo valor radica en la confianza. Millones de personas creen que tiene valor. Y, gracias al sistema del blockchain, millones de personas (y no una única entidad) garantizan la validez de todas y cada una de las transacciones que se realizan en bitcoins…
Por lo tanto el bitcoin no es esencialmente diferente de cualquier otra moneda. Y en términos de garantía y seguridad en la transacción, hay que aceptar que el bitcoin ofrece ventajas sobre otro tipo de transacciones tradicionales. Cuando hacemos una transferencia bancaria, nos estamos “fiando” del banco a través del cual la realizamos; si la transferencia la hacemos en bitcoins, nos estamos “fiando” de un colectivo de millones de personas que, aún sin saberlo, certifican la validez de la transacción. Para que la transferencia bancaria sea fraudulenta, bastaría que la entidad bancaria nos fallase. Para que la transferencia en bitcoins lo sea, sería preciso que esos millones de usuarios de bitcoins se pusieran de acuerdo. Parece más improbable lo segundo.
El bitcoin no es un fraude, ni una estafa, ni un “tinglado piramidal” sino un ejemplo de un innovador instrumento de intercambio económico que bien pudiera dejar obsoletos a los que hasta ahora venimos utilizando. Y que en muchos sentidos quitará poder e influencia económica a quienes ahora la poseen (de aquí que suscite tantas llamadas de cautela por parte del establishment), Otra cosa es que se esté especulando peligrosamente con bitcoins. Esto es cierto. Pero también se especula con muchas otras cosas…
El bitcoin y el ingeniosísimo sistema de blockchain ha venido para quedarse, con independencia de lo que ocurra con la burbuja en la que está sumido.  Y con independencia de lo que sigan pensando los que se obstinan en no despertar nunca del dulce sueño fiduciario…


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