Joludi Blog

Feb 11
Sensibilidad y humanidad.
En Suiza han prohibido cocinar langostas mediante su inmersión, vivas, en agua hirviendo. A mí me parece muy bien. En una ocasión yo intenté preparar de ese modo un lubrigante y escuché una especie de agudísimo sonido...

Sensibilidad y humanidad.

En Suiza han prohibido cocinar langostas mediante su inmersión, vivas, en agua hirviendo. A mí me parece muy bien. En una ocasión yo intenté preparar de ese modo un lubrigante y escuché una especie de agudísimo sonido emitido por la criatura cuando era sumergida en el líquido bullente. Era algo como un quejido, algo que se me antojaba prueba de enorme dolor (y que probablemente lo era). Desde entonces, no tengo mucha gana de comer langosta. Y mucho menos de prepararla en casa…
El progreso hacia un mayor respeto hacia el dolor animal es algo que a mí me reconcilia un tanto con el mundo actual. Cada vez es más aceptado lo que de no ser por nuestra egoista ceguera antropocéntrica resultaría obvio, a saber, que no somos la única criatura del planeta que siente y sufre.
Incluso se empieza a pensar en esos nuevos términos compasivos en relación con las plantas. Acabo de leer, fascinado, los resultados de un experimento que demuestra que las plantas también son afectadas por la anestesia que se usa con los humanos en los quirófanos (éter dietílico, lidocaína y gas xenon). Este hecho sorprendente, relacionado con la capacidad de la anestesia de interrumpir el tráfico de señales eléctricas entre las moléculas, suscita interesantes cuestiones sobre la sensibilidad de los vegetales. Como también lo suscita saber que existen plantas capaces de mostrar algo muy parecido a lo que nosotros entendemos como inteligencia o capacidad cognitiva. Por ejemplo, la mimosa pudica, después de haber sido expuesta cuatro o cinco veces a un estímulo inocuo al que la hemos sometido, “aprende” que vamos de farol y deja de plegar sus hojas para protegerse. Las acacias tropicales manipulan a las hormigas mediante sustancias incorporadas a su nectar que al ser ingeridas por esas hormigas las convierten en guardia de corps de la planta frente a otros insectos agresivos. La flor del naranjo, cuando estima que una abeja es buena polinizadora, descarga más cafeína en su néctar a fin de que el cerebro del himenóptero se active, recuerde esa flor y retorne más adelante. Por contra, esa misma flor niega la cafeína a las abejas torpes, para que no vuelvan más a ella. Deberíamos tomar buena nota de toda esta sensibilidad de lo no humano. Precisamente porque somos humanos.


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