Joludi Blog

Feb 21
The fault, dear Brutus, is not in our stars, but in ourselves.
Una buena amiga, de indudable inteligencia, se ha aficionado últimamente a la astrología, y no hay quien le quite la convicción de que si hoy no nos salen las cosas tan bien como...

The fault, dear Brutus, is not in our stars, but in ourselves.

Una buena amiga, de indudable inteligencia, se ha aficionado últimamente a la astrología, y no hay quien le quite la convicción de que si hoy no nos salen las cosas tan bien como queremos, se debe a la influencia perniciosa de Saturno, y  que si la semana próxima vamos a tener buenas noticias en lo crematístico o nos va a doler la articulación de la rodilla, eso será sin duda es efecto de cierta conjunción de Plutón con Urano en algún remoto lugar del Sistema Solar.
Esta amiga me dice también,con toda seriedad y convicción, que la astrología es una verdadera ciencia y que, de hecho, hasta hace cuatro días, como quien dice, astrología y astronomía eran una misma cosa…
Pues, no. Si bien yo no se refutar eso de la influencia de Jupiter, Plutón, etc…, entre otras cosas por ser afirmaciones netamente infalsificables, no tengo inconveniente de protestar sobre esa idea tan extendida según la cual los antiguos consideraban una misma cosa el saber astronómico y la superstición astrológica.
Podría extenderme, pero me basta en principo acudir a la fuente de una gran parte de la cultura en el medievo, es decir, a San Isidoro de Sevilla, allá por el siglo VI d.c.
En el Libro III de las Etimologías, apartado 27, “De Differentia Astronomiae et Astrologiae”, el cartagenero universal nos indica que la astronomía se dedica “a estudiar los movimientos de los cielos” (…motusque siderum continet) en tanto que la astrología es, “al menos en parte”, nos dice, “pura superstición” (partim superstitiosa est).  Y aclara seguidamente que la Astrología es supersticiosa desde el momento en en que los (astrólogos o) matemáticos tratan de encontrar augurios en las estrellas y descubrir qué es lo que los doce signos del Zodiaco disponen para el alma o para los miembros del cuerpo (…Superstitiosa vero est illa quam mathematici sequuntur, qui in stellis auguriantur, quique etiam duodecim caeli signa per singula animae vel corporis membra disponunt...). Esta declaración, que destila un contundente sentido común, tiene especial valor, por cierto, porque aquella Hispania altomedieval de Isidoro aún seguía teniendo muchos ecos de la locura genuinamente hispánica promovida por Prisciliano, el difusor de esa doctrina proscrita en el Concilio de Toledo entre cuyos dogmas figuraba la relación de los doce signos zodiacales con otras tantas partes del alma y con los doce patriarcas de Israel…Una especie de cristianismo zodiacal celtibérico, salpimentado de kabala…
Esta idea errónea de la confusión medieval entre astrología y astronomía es un ejemplo mas de lo poco que se conoce la verdadera cultura y el conocimiento vigente en aquello mal llamados siglos oscuros. Otro ejemplo característico de ese desconocimiento sería la convicción generalizada de que en la Edad Media se consideraba que la Tierra era plana. No es ni mucho menos así. Y en esto también viene bien tener las Etimologías a mano.  Porque, de hecho, es a San Isidoro a quien se culpa por divulgar la tesis según la cual la Tierra es meramente una rueda:“sicut rota”. A partir de esta idea de “rota”, se ha llegado a suponer que todo el medievo asumía la planitud de la Tierra y su forma  de  disco. Pero esta traducción de “rota” es errónea. En latín, rota es todo aquello  que puede girar o rotar, no necesariamente algo con forma de disco.  San Isidoro, por el contrario, si lo leemos bien, tenía una idea clarísima respecto a la esfericidad de la Tierra y asume sin problemas una definición popular en la época en la que se habla del eje de la Tierra como una recta que pasa por el polo norte y atraviesa la mitad de la “pelota”  (“mediam pilam”).  San Isidoro había leído sin duda al PseudoHigino, también levantino y acaso tan cartagenero como él, varios siglos antes. Este Higino, en su “De Astronomia” ya había definido perfectamente la Tierra como un globo, con sus antípodas y sus diferentes zonas climáticas.
Tomar a los medievales como mas supersticiosos o irracionales que nosotros, es un truismo muy propio de nuestros tiempos. Tiempos no tan iluminados como a veces pensamos, en los que aún hay algunos que piensan que la Tierra es plana y hay muchos que todavía creen en esa pura superstición que se empeña en convencernos sobre la influencia de las constelaciones sobre nuestra vida cotidiana, siendo así que, como bien le recuerda Casio a Bruto en la tragedia de Shakespeare, la falta está en nosotros, no en nuestras estrellas.


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