Lewis Chessmen.
Esta mañana he estado en el National Museum de Escocia viendo (o más bien venerando) las piezas del célebre Ajedrez Lewis, que es el más antiguo conjunto de figuras del juego-ciencia que disponemos. Yo recuerdo que en mi infancia, teníamos en casa un gran tablero, como una mesa, con unas reproducciones enormes en madera policromada de estas piezas legendarias. Las había encargado mi padre a un viejo tallista de Vitoria. No se dónde habrá ido a parar. Las figuras originales, las de Lewis (parte en el British, parte aquí en Edimburgo), fueron primorosamente talladas hace casi mil años en diente de ballena, por algún anónimo artista noruego (aunque aparecieron misteriosamente en la costa escocesa). Sus extrañas miradas de perplejidad hacen que viéndolas uno se pierda en fantasías de sagas y mitos vikingos.
Resulta llamativo que los más antiguos trebejos de un juego nacido en la India provengan de un país nordico que imaginamos con muy poca tradición ajedrecística, como Noruega.
Pero hay alguna justicia poética en el hecho de que el actual campeón del mundo sea precisamente ese genio vikingo, mitad androide mitad humano, creo yo, llamado Magnus Carlssen, que resulta ser, claro está…noruego.
Por cierto que en estos momentos se juega en Berlín el torneo que permitirá determinar el jugador que dispute después el título planetario al imbatible hombre del Norte.
Uno de los ocho aspirantes, Kariakin, gran paniaguado de Putin, ha llevado a cabo su preparación de dos meses al borde de las tierras altas escocesas, precisamente en el mismo lugar por el que he pasado ayer en tren, camino de Pitlochry. Su equipo eligió como enclave para la estancia preparatoria la Lethendy Tower, exactamente, muy cerca de Perth. Es una mansión situada en una comarca oscura y lluviosa en donde apenas se puede hacer nada mejor que beber excelente whisky. Y pienso que es posible que Kariakin no haya hecho otra cosa, en verdad. Porque ayer ha perdido escandalosamente su primera partida, jugando con blancas una Ruy López, fianchetto Barnes, frente al azerí Mamedyarov, quien suele atribuir sus victorias a la divina inspiración del cannabis. Esta victoria de ayer acaso se deba al uisgi beahte…del otro.
