
Medea.
Ese terrible suceso del niño secuestrado y alevosamente asesinado no muestra que la vida imite a la literatura, como sugería Wilde. Lo que muestra es que la vida imita a la mala literatura.
Porque en ese muy triste suceso confluyen todos los temas y tópicos que un mal novelista hubiese podido incorporar a su pulp fiction. Está ahí el arquetipo de la mala, malísima mujer, manipuladora y cruel, cómo no, la genuina hija de Lilith, la indudable sucesora de Hécate o Medea (incluso se sugiere que, al igual que la original, esta nueva Medea de piel oscura también asesinó a su progenie, años atrás).
Está una historia personal que arranca en un club de carretera de Burgos y va pasando por seducciones en serie a ingenuos personajes, preferiblemente sexagenarios, que se dejan engatusar cándidamente, sin sospechar que ella solo está ansiando su dinero, para el habitual escándalo de los vástagos de las víctimas despojadas, temerosos de quedarse sin herencia…
Está también, en primera línea, claro, el elemento racial y el problema candente de la inmigración.
Está también el asunto romántico, con ese tríangulo problemático entre el padre del niño asesinado y las dos mujeres en su vida.
Y están también asuntos adventicios de no poco interés, como el acosador que hacía footing tras la madre y que fue al principio sospechoso del crimen.
Está todo ahí. Y un mal novelista no hubiera podido mezclar mejor en su obra todos los elementos que en estos momentos definen el clima social: racismo, inmigración, género, seguridad ciudadana, relaciones conflictivas de pareja, potestad sobre los hijos…
Lo más triste entonces, justo después del desgarro producido por la muerte del niño, es que esta historia que parece sacada de un mal best seller, está redoblando la vehemencia popular para reclamar el endurecimiento de las penas.
Se oirán muchas más voces exigiendo la pena de muerte.
El crimen de esta nueva Medea nos hará escuchar una vez más el viejo argumento según el cual debemos matar a gente que mata a gente para enseñar a la gente que no está bien matar a gente…