Joludi Blog

Mar 13
Arena
Federico I, el tercer Rey en Prusia* se quejaba amargamente por carta a Voltaire sobre la pobreza de recursos de sus germánicos dominios, que él veía como un paupérrimo yermo de pinos y arenales…(ya se sabe que allí dónde hay pinos escasea la...

Arena

Federico I, el tercer Rey en Prusia* se quejaba amargamente por carta a Voltaire sobre la pobreza de recursos de sus germánicos dominios, que él veía como un paupérrimo yermo de pinos y arenales…(ya se sabe que allí dónde hay pinos escasea la tierra de labranza y abunda la arena…que me lo digan a mí que me quedo a menudo atascado con mi bici en los arenales de los inmensos pinares segovianos). El Grande le decía al philosophe des lumières que solo en Libia había más arena que en sus territorios…
Lo curioso es que ahora Alemania exporta arena (uno de los principales exportadores de este material de construcción). Porque ocurre que la arena se ha convertido en una importante “utility” por su relevancia en relación con la producción de cemento para la industria de la construcción, más dinámica que nunca a escala planetaria.
“¿Y Libia, entonces?”, diría tal vez el monarca prusiano. Pues Libia no puede exportar arena para fabricar cemento. Ni tampoco su vecina Argelia, porque la arena del desierto no es válida para estos menesteres; los granos son demasiado “redondeados” y no permiten la agregación necesaria. Por no mencionar los problemas derivados del transporte. Toda una broma de la Historia o la de la Tecnología.

*He escrito bien “Rey en Prusia”, porque Federico de Hohenzollern, abuelo del Federico II que se queja de la arena, consiguió que el Emperador le reconociese el título de Rey, pero solo para uno de los dos territorios que estában bajo su potestad, es decir, Rey con respecto a la remota Prusia Oriental (patrimonio personal heredado por su antepasado de los Caballeros Teutónicos, con ocasión del triunfo en esos pagos de la Reforma y la secularización consiguiente de los bienes de la Orden) pero no Rey con respecto a la Marca de Brandenburgo, que el Emperador exigía siguiese siendo feudo del Sacro Romano Imperio habsbúrguico, al menos en términos protocolarios. Así que Federico podía llamarse Rey en Prusia, pero no Rey de Prusia (König in Preußen“, nicht “von Preußen“ ). Es decir, la preposición “en” le recordaba al Hohenzollern que al salir de Prusia dejaba automáticamente de ser Rey para convertirse de nuevo en mero súbdito del Emperador de Viena, en simple Margrave de Brandenburgo. Naturalmente, el tema lo solucionaron fácilmente los monarcas prusianos: se limitaron a convertir Brandenburgo en un espacio más de Prusia. Y así, tema zanjado. Reyes sin más. El protocolo no sirve de mucho frente a las bayonetas.


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