Joludi Blog

Mar 24
Alabanza de lo Analógico.
He conseguido convencer a Marta y Mercedes sobre las ventajas de la fotografía analógica sobre la digital. Y me encanta ver como disfrutan ya “tirando” fotos con sus sendas Canon Eos300 “de carrete” que me he complacido en...

Alabanza de lo Analógico.

He conseguido convencer a Marta y Mercedes sobre las ventajas de la fotografía analógica sobre la digital. Y me encanta ver como disfrutan ya “tirando” fotos con sus sendas Canon Eos300 “de carrete” que me he complacido en conseguir para ellas.
Hay todo un movimiento de retorno a este viejo sistema de hacer fotografías. Ayer, en la tienda en la que compré unos cuantos Portra de 400, me dijeron que habían vendido en ese establecimiento no menos de 1000 carretes de film en el pasado mes de Febrero.
Quién sabe por qué se está produciendo este fenómeno. Puede que tenga relación con una rebeldía frente a tanto megapixel, tanta electrónica, tanta alienación, tanto selfie absurdo, tanta estupidez marketiniana…Tal vez este boom, que al parecer líderan las nuevas generaciones de jóvenes artistas de la imagen y estudiantes de fotografía, anuncie una puesta en cuestión generalizada de este alienante mundo digital al que nos están consiguiendo esclavizar.
¿Cuáles son las ventajas de la fotografía analógica?, tal vez me pregunte el escéptico lector.
Pues yo digo que el proceso de comprar un carrete, abrirlo, cargarlo en la máquina, esperar el rebobinado, comprobar gozosamente que ya está disponible para el disparo, pensar cada foto antes de hacerla, disparar en la conciencia de que cada vez que pulsamos el botón consumimos sin remedio una de nuestras maravillosas posibilidades de captar el mundo, esperar con deliciosa inquietud hasta que el revelado se realiza y las copias llegan a nuestras manos ( que las sacarán del sobre con una impagable emocionante ansiedad)…Todo eso no lo iguala la fotografía digital, y mucho menos la lamentable fotografía que se hace con los móviles. Existe incluso una app de pago que, para emular el encanto de la foto analógica, bloquea las capacidades fotográficas del móvil y evita hacer más de 24 fotos en un día, además de impedir su edición una vez hechas, y obligar a esperar casi una semana hasta poder ver el resultado (Gudak Pro, para Iphone, que triunfa en Corea del Sur y Japón, según Digital Trends).
Y hay aún mucho más que estas ventajas más bien poéticas. En algunos aspectos, una buena máquina analógica reflex, sólida, resistente, fabulosamente diseñada, es insuperable. Porque funciona a la perfección, día tras día, ofreciendo un resultado óptimo e igual, durante muchas décadas, mientras que todo sensor electrónico en cambio, se deteriora, siquiera mínimamente, con cada disparo que hacemos. Todo aparato digital es más frágil, efímero y vulnerable (frente a los golpes, frente al polvo, frente a la obsolescencia…) que una máquina analógica de calidad.
Con una máquina analógica no hay que preocuparse de las enojosas baterías y sus odiosos cables y cargadores, ni hay que esperar esos breves, pero decisivos instantes hasta que el ingenio electrónico gusta de activarse y nos permite disparar. Una máquina analógica implica una mediación mínima entre el creador y la creación. Es más parecida al lapiz o al pincel del dibujante o pintor; está, como el lapiz y el pincel, siempre disponible, sin necesidad de cargarla y activarla, lista para que capturemos la verdadera magia del instante.
Yo dudo mucho que con máquinas analógicas se hubieran podido realizar algunas de las obras maestras de la historia de la fotografía. Fotos como esa con la que cierto artista anónimo inmortalizó a aquel soldado que se despedía de su chica desde el tren, a punto de partir hacia la guerra de Corea. Me complace pensar que, en esa memorable ocasión, a un descuidado fotógrafo digital no le hubiera dado tiempo a encender su cámara o tal vez hubiese encontrado exhausta su batería, por causa de incontables fotos previas hechas sin sentido.
Para cuando el fotógrafo digital estuviese listo para disparar, quizá el tren ya estaría fuera de la estación. Y el beso inmortal del soldado en la ventana, no existiría.


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