
Unas pocas palabras verdaderas.
El pasado miércoles, Mercedes me recordó que fue el Día Internacional de la Poesía.
Al parecer, así lo decide, cada año, la Unesco, que asigna a la Poesía un Día Internacional, tal como lo hace, por ejemplo, con el Jazz (30 de Abril), las Estadísticas Mundiales (20 de Octubre) o el Deporte Universitario (20 de Septiembre).
Con motivo de la magna efemérides, me quedé pensando en cómo habrán definido la poesía en la Unesco, si es que lo han hecho. ¿Qué es exactamente eso que al parecer se celebra cada 21 de Marzo? Converso sobre este espinoso asunto con Mercedes.
Seguramente, la poesía es algo casi indefinible, le digo.
Yo tiendo a pensar es que la poesía es un manual de vida, tal como sugiere la palabra que usan los alemanes para definir lo poético (Dichtung, instrucción dictada). Pero es un manual quintaesencial y provocador.
La poesía, entonces, sería la quintaesencia que provoca, como un buen vino viejo (Horacio decía que quien no bebe vino no puede escribir buena poesía)
Es quintaesencial la poesía porque, como decía Somerset Maugham, lo poético es aquello que queda en el recuerdo, ya calmado, de una experiencia emocional. Y es provocadora la poesía porque ha de ser capaz de inducir íntimas conmociones y acaso desencadenar violentas guerras en el interior de cada uno.
–¿Y la forma? ¿Es la rima o el ritmo inherente a la poesía?
Tal vez sí. O tal vez no. Aceptemos al menos que el ritmo sabiamente administrado pueda intensificar la fuerza emocional de la creación poética… El verso rítmico, la musicalidad de la palabra, tal vez ayudan a sincronizar el poema con los latidos del corazón emocionado. Hay quien piensa que el Hiperion, por ejemplo, está escrito en pentámetros yámbicos (da Dum da Dum da Dum da Dum da Dum…) tan solo porque Keats pretendía que cada sílaba tónica de cada verso se sincronizase con la sístole del lector, y cada sílaba átona con su diástole. Nuestro músculo cardíaco palpita yámbico en delicada armonía con la tristeza profunda y sombría del valle: “Deep-in-the-sha-dy-sad-ness-of-a-vale…”
No. No está nada claro qué cosa es la poesía. Y tal vez por eso extraña un tanto ese su Día Internacional (como el Día del Jazz, el de las Estadísticas o el del Deporte Universitario).
Acaso solo podemos decir que es poesía lo que hacen los poetas. Poco más. Como es arte lo que hacen los artistas. Algo que amamos sin entender del todo y sin saber muy bien por qué lo amamos. Como también amamos (nos diría Szymborska) la sopa de pollo con fideos, los elogios y el color azul, una bufanda vieja, jugar a las cartas siendo mano o acariciar a un perro…
Lo de quintaesencia que provoca, que a mí se antoja como una plausible definición del hecho poético, quizá tan solo sea, por seguir citando a Szymborska, otra más entre las muchas titubeantes respuestas que se han dado a la pregunta sobre lo que es y lo que no es poético. No podemos saber lo que es la poesía, y ante la incertidumbre, nos seguimos aferrando como podemos a la barra del autobús….
O acaso, si no queremos conformarnos con esa barra del destartalado autobús, podemos acogernos a la definición, muy quintaesencial, muy provocadora y muy poética, que el horaciano Machado daba de la poesía, esa música olvidada, esa breve nota de la líra inmensa que el sembrador de estrellas lleva hasta nuestros labios.
¿Que es poesía? Pues poesía es unas pocas palabras verdaderas, nos tiene dicho Machado.