Joludi Blog

Abr 2
Igualdad y Justicia.
Leo hace unos días, en un medio digital, que los salarios de los trabajadores han crecido el pasado año diecisiete veces menos que los salarios de los directivos. En realidad, lo que quiere decir el ignaro periodista es que la...

Igualdad y Justicia.

Leo hace unos días, en un medio digital, que los salarios de los trabajadores han crecido el pasado año diecisiete veces menos que los salarios de los directivos. En realidad, lo que quiere decir el ignaro periodista es que la tasa de crecimiento de los salarios de los trabajadores (1%) es diecisiete veces más pequeña que la tasa de crecimiento de los salarios de los directivos (17%).
Si tu ganas 100 y te suben el sueldo 10 euros, pero yo gano 1000 y me lo suben 50, no tiene sentido decir que tu salario ha crecido el doble que el mío (siguiendo la forma de pensar del periodista). En realidad, mi salario es el que ha crecido mucho más que el tuyo…
Dejando aparte el error de concepto aritmético (que es irrelevante para el fondo del asunto), y teniendo en cuenta que el crecimiento absoluto (en euros) del salario de los directivos ha crecido mucho más que lo que indica ese factor de 17 mencionado, lo relevante es analizar por qué tan flagrante desigualdad entre trabajadores y directivos no esté provocand un caos social.
En realidad, frente a lo que Frans de Waal creyó un día haber demostrado, analizando el comportamiento aparentemente igualitarista de diferentes primates, lo que es indiscutible es que el homo sapiens acepta perfectamente la desigualdad. Es más, cada individuo considera, tristemente y por lo general, que un sistema totalmente igualitario no es deseable, en la medida (simplificando) en que no le ofrece a él una oportunidad para situarse en mejor posición que algún otro.
Se ha probado esto hasta la saciedad, con toda clase de estudios y pruebas empíricas.
Lo que al parecer el homo sapiens acepta muy mal es la injusticia distributiva, que es cosa bien distinta. Es decir, no acepta que el sistema no de a cada cual lo suyo, sino a algunos muchísimo más que lo suyo.
Aún así, nos debemos plantear la gran cuestión: ¿por qué un sistema tan evidentemente injusto subsiste? ¿Por qué se acepta que la riqueza combinada de las ocho personas más ricas del planeta sea superior a la riqueza combinada de los 3.500 millones de personas menos afortunadas?
Y lo que es aún más soprendente, si cabe, es que se acepte que esa injusticia distributiva crezca y crezca, sin que se produzca una movlización social masiva y radical en su contra.
En 1960 Estados Unidos, por ejemplo, un ceo (como Trump) ganaba 20 veces más que el trabajador medio. Hoy, en Estados Unidos, un ceo gana 354 veces más. En España, los trabajadores han perdido un 9,2% de sueldos reales desde el comienzo de la gran crisis, en 2008. Sin embargo, los directivos, que en buena medida fueron responsables de la misma en su conjunto, han visto aumentar sus sueldos en un 13,8% en ese mismo período que va desde el 2008 al 2017. ¿Y cómo ha reaccionado el público norteamericano frente a este escarnio? Pues votando a Trump.
Hoy mismo, Lunes de Pascua, un sedicioso períodico on line titulaba un artículo diciendo: “los trabajadores están a punto de recuperar su poder de compra anterior a la crisis”. Esto parece una buena noticia en relacion con la justicia del sistema. Pero un título más ponderado habría sido: “los trabajadores, ni siquiera hoy han logrado recuperar el poder de compra que tenían en 2008”. Y este titular sí habría puesto de manifiesto la profunda injusticia en la que vivimos.
Quizá el problema de fondo sea justamente la confusión entre injusticia y desigualdad. El sistema ha conseguido que veamos como mera desigualdad (un mal menor, si acaso) lo que es profunda injusticia. Estamos siendo manipulados mediaticamente para aceptar en alguna medida la desigualdad, sin comprender que en realidad lo que estamos es consintiendo la injusticia.
Si es así, conviene empezar a llamar a las cosas por su nombre. Conviene dejar de luchar por la igualdad y empezar a luchar por la justicia.
Libertad, Igualdad y Fraternidad, proclamaban los revolucionarios. Tal vez deberían haber puesto en primera posición a la Justicia, sin la cual, las otras tres cosas son papel mojado.


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