Joludi Blog

Abr 6
Zhuangzi y la mariposa.
“Una espléndida tarde verano, un representante del Emperador se había aventurado por los senderos de la montaña donde el mandarín Zhuangzi residía. El enviado del Señor del Cielo, deseaba plantearle al sabio mandarín cierta...

Zhuangzi y la mariposa.

Una espléndida tarde verano, un representante del Emperador se había aventurado por los senderos de la montaña donde el mandarín Zhuangzi residía. El enviado del Señor del Cielo, deseaba plantearle al sabio mandarín cierta pregunta sobre el Tao, con la esperanza de resolver una duda que angustiaba la mente del Emperador, allá en la Ciudad Prohibida.
La choza estaba desierta, la puerta abierta de par en par. Unas huellas muy recientes de sandalias conducían a una pradera. El dignatario las siguió y descubrió a Zhuangzi dormido a la sombra de un viejo magnolio, con la cabeza sobre un cojín de flores campestres. El enviado tosió suave y repetidamente, y el sabio abrió los ojos.
–Maestro, perdóname por perturbar tu reposo. Vengo de muy lejos a interrogarte sobre el Tao.
–No sé si podré contestar –respondió Zhuangzi frotándose los ojos.
–Venerable, tu modestia te honra.
–No, eso no tiene nada que ver. A decir verdad, ya no sé nada, ¡ni siquiera sé muy bien quién soy!
–¿Cómo es posible? –preguntó el enviado del emperador desconcertado.
–Oh, es muy sencillo –prosiguió el viejo mandarín–. Figúrate que hace un momento, mientras dormía, he tenido un extraño sueño. Era una mariposa que revoloteaba, embriagada por la luz y el perfume de las flores. ¡Y ahora ya no tengo muy claro si soy Zhuangzi que ha soñado que era una mariposa o una mariposa que sueña que es Zhuangzi!
Entonces, el enviado del emperador, boquiabierto, se inclinó profundamente para reverenciar al admirado sabio y volvió sobre sus pasos, rumiando las palabras enigmáticas que había escuchado, con la esperanza de encontrar su significado….

Hasta aquí, tradicionalmente, el famoso cuento zen sobre el mandarín y la mariposa que todo el mundo conoce.
Pero, recientemente, un investigador bávaro, el Profesor R. Schnaath, ha descubierto que el texto arriba transcrito (o alguna de las infinitas variantes que circulan por la Red) no es el cuento completo. Faltaba el final. Schnaath ha comprobado que la narración estaba truncada. Esto se ha sabido gracias al descubrimiento, por el tenaz y concienzudo profesor, teutón de una versión hasta ahora desconocida, hallada en un excavación junto a un templo de la remota región de Shinuan.

No se conoce por el momento la traducción del texto íntegro de esta nueva y versión del cuentecito, pero ha trascendido que en ella, hay dos nuevos elementos de la narración que son muy inquietantes y que tienen, si se quiere, un cierto alcance metafísico.

En primer lugar, el mandarín recuerda, si bien vagamente, sus vivencias como mariposa. Del mismo modo, la mariposa también tiene conciencia difusa de su otra vida como mandarín.

En segundo lugar, en esta nueva versión completa del cuento zen, tanto el sabio como la mariposa pueden pasar de una vida a otra (o de un sueño a otro, si se prefiere expresarlo así) a voluntad. Es decir, el sabio puede cerrar  sus ojos y sumirse en un sueño profundo, en el que su ser pasa a ser el de la mariposa. Y de igual manera, la mariposa puede posarse en una flor, cerrar sus alas y soñar que es un mandarín.

Pensemos un momento en esta turbadora trama. El conflicto surge no tanto porque la mariposa y el mandarín tengan dudas sobre cuál de las dos vidas es la real. Eso, hasta cierto punto, y según se nos dice, les resulta a ambos irrelevante (a fuer de insoluble).  El drama ocurre porque en algún momento la mariposa debe decidir si prefiere vivir como sabio admirado, y el sabio admirado debe decidir si prefiere ser una simple mariposa. Es preciso–para ambos– optar, para evitar una existencia permanentemente escindida.

Al parecer nada se indica expresamente en el cuento sobre el desenlace, pero se sugiere que el sabio desapareció para siempre de su refugio en la montaña. Y esto hace pensar que el respetado maestro, prefirió ser una mariposa. O acaso, sin preferirlo, sospechó que su vida como lepidóptero era más verdadera que su vida como un sabio al que hasta el Emperador solicitaba consulta y que por tanto esa vida de sabio tal vez fuese una pura construcción, una mera fantasía.
¿Es una conclusión desoladora? ¿Son preferibles las banales realidades (por serlo) que los sueños vívidos más deseables? ¿Estamos ante una enseñanza de insondable profundidad sobre la esencia de la realidad y la vida?

Quién sabe. Tal vez cuando el Profesor Schnaath nos haga llegar el resultado completo de sus investigaciones, podremos llegar a atisbar mejor el significado de este apólogo oriental. Una narración de la que hasta ahora solo nos había llegado la parte, con mucho, menos inquietante.


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