Joludi Blog

Abr 28
Comprometidos.
Gas Natural Fenosa está comprometida con el medio ambiente. La Red Eléctrica Española está comprometida con la diversidad. Renfe está comprometida con la Cultura, el Deporte y la Educación. El bufete Gómez Acebo está comprometido con...

Comprometidos.

Gas Natural Fenosa está comprometida con el medio ambiente. La Red Eléctrica Española está comprometida con la diversidad. Renfe está comprometida con la Cultura, el Deporte y la Educación. El bufete Gómez Acebo está comprometido con la sociedad. El Ayuntamiento de Bilbao tiene un compromiso con la transparencia. McDonald tiene un compromiso con la nutrición. Monsanto tiene un compromiso con la agricultura sostenible. Campofrío tiene un compromiso con la comunidad. Y así sucesivamente…

La palabra compromiso es la indiscutible ganadora en el ranking de términos tontos utilizados por mediocres publicitarios. Y es la favorita de bancos y, ay, de partidos políticos.

Todos dicen tener un compromiso. Todos dicen estar…comprometidos.

Puro flatus voci, evidentemente. Y pura mentira. Porque son proclamas gratuitas que se mueven en el puro ámbito de lo discursivo (l’engagement est une action, pas une parole, decía Sartre) . Y ocurre que la esencia del compromiso es, precisamente, que no le sale gratis a quien lo viola. Y que siempre implica un riesgo para el que lo asume.

Comprometer era, en la antigua Roma, el acto por el que dos partes en disputa sometían a un árbitro inapelable la decisión sobre su controversia, o bien el acto por el que dos partes se obligaban a realizar un contrato, asumiendo que quien se desdijese del propósito debía pagar una cierta suma. Eso era lo que se entendía  en Roma como “compromissus”, que literalmente significaba prometer conjuntamente, entendiendo prometer como “poner algo delante de los ojos”, pro mittere, esto es, asegurar, garantizar, dar la palabra, un decir “ahí queda eso”, un “vaya por delante mi propósito”.

La esencia de ese compromissus romano era por tanto el riesgo. Riesgo de que el árbitro decidiese en forma desfavorable. O riesgo de tener que renunciar al acuerdo prometido y perder por tanto la “fianza”. Este componente de riesgo es el que hace que el verbo comprometer en castellano y otras lenguas romances, evolucione hasta significar también poner en peligro algo (es un significado que por cierto ha adquirido primacía en inglés, donde “compromise”, típico falso amigo, significa antes que nada crear un riesgo, mientras que la idea de compromiso la expresan ellos como “commitment”)

Pero lo que caracteriza a todas esas entidades que en su publicidad o propaganda dicen comprometerse con todo, es justamente que no arriesgan lo más mínimo al decir la consabida tontería. Se limitan a decir una bobada banal y manida. 

Realmente, el único compromiso cierto que vemos en estos tiempos en las empresas y en los políticos es el que hace referencia al derivado del término que se usa para referirse a conductas que pueden poner en cuestión la respetabilidad de alguna figura pública o de alguna empresa. Esos “compromisos” (actos comprometedores, documentos comprometedores, vídeos comprometedores…) sí que abundan. 

Y esos “compromisos” sí que, al parecer, tienen eficacia real y son algo más que palabras escritas en la arena de la playa. En ese sentido si que me encaja que digan todos que están, en estos momentos, muy…comprometidos.


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