Joludi Blog

Feb 10
Supremo derecho, suprema maldad.
Corría el año 61 de nuestra era, cuando un patricio romano, Pedanio, fue asesinado por uno de sus esclavos. Capturado y juzgado, se exigió que fuera aplicado en todo su rigor un viejo uso del ordenamiento jurídico de...

Supremo derecho, suprema maldad.

Corría el año 61 de nuestra era, cuando un patricio romano, Pedanio, fue asesinado por uno de sus esclavos. Capturado y juzgado, se exigió que fuera aplicado en todo su rigor un viejo uso del ordenamiento jurídico de Roma, elevado a rango de ley formal por Octaviano, tan solo unas décadas antes. Consistía en ejecutar a todos los esclavos de la víctima, aún siendo evidente que solo uno de ellos era el culpable (y en este caso confeso).

Resulta que Pedanio era inmensamente rico. Y tenía una legión de esclavos. Así que la aplicación de la Ley iba a ser una verdadera masacre. Surgieron por toda Roma motines clamando contra la enorme injusticia que se iba a cometer. Pero el Senado se mantuvo firme en la aplicación de la crudelísima norma. En particular, el patricio Cayo Casio declaró que la ley era la ley, y que debía aplicarse por cruel que fuere.

Dos siglos antes de que todos aquellos esclavos probadamente inocentes de Pedanio fuesen vilmente ejecutados, Publio Terencio ya había escrito algo al respecto, en una pieza teatral en la que un personaje se ve abocado a la ruina a fin de recuperar a su hija, que había sido dada en “prenda” por una deuda. Este personaje se escandaliza y grita ante los espectadores: “en verdad se suele decir que el supremo derecho es suprema maldad” (verum illud dicunt: ius summum saepe summa est maldita).


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