Joludi Blog

Oct 27
Cuando no hay más que amor.
El otro día, Valentina, mi querida profesora de italiano, me contaba que pasó una temporada viviendo en Bruselas. Me decía que no fue tan maravilloso como cuando estuvo en Mexico, pero que le gustó la experiencia.
Yo no la...

Cuando no hay más que amor.

El otro día, Valentina, mi querida profesora de italiano, me contaba que pasó una temporada viviendo en Bruselas. Me decía que no fue tan maravilloso como cuando estuvo en Mexico, pero que le gustó la experiencia.
Yo no la creía. Me mentía Valentina. Y me apresuré a contestarle que me pareció siempre imposible que nadie se lo haya pasado bien en esa ciudad con alma de “agua” que es Bruselas (incolora, inolora, insípida..) en la que lo mejor que se puede hacer es buscar un billete de tren para escapar hacia Amsterdam lo antes posible.

Me parece un hecho demostrable. En el sentido más peyorativo de la palabra, Bruselas me parece una ciudad única.
Estuve en la capital de la burocracia europea hace un par de semanas o tres. Y esta vez lo que me llamó la atención fue el aeropuerto. Es también algo asombroso. No creo que haya otro aeropuerto igual en el mundo.
Lo digo por el increible silencio, por la limpieza clínica de cada rincón, por la frialdad de la decoración. Todo ello parece más propio de un tanatorio que de un concurrido lugar donde normalmente la gente, se apresura, habla, va y viene, se encuentra, se emociona…
En el Aeropuerto de Bruselas no se oye ni el zumbido de una mosca. En realidad, sólo se escucha el rumor de las cintas transportadoras, incansable, lejano…Un fushhh, fushhh, fushhh rítmico que constituye el único sonido perceptible. No se ven grupos de estudiantes en viaje de fin de semestre. No hay parejas en viaje de luna de miel. No hay abuelitas que vienen de Buenos Aires para ver a sus nietos. No hay subsaharianos durmiendo sobre los bancos. Nada de nada. Sólo gente gris vestida de traje o gabardina caminando silenciosamente, como fantasmas, sobre suelos brillantes en los que no se ve ni una mota de polvo. Da miedo tanta tristeza, tanta soledad, tanta pulcritud…
Ni Bruselas ni Bélgica me producen buenas vibraciones. En realidad, creo que tengo manía a ese país. Y no se muy bien por qué. Me parece que la Humanidad casi no tiene nada que agradecer a Bélgica. ¿Qué ha aportado ese país a la civilización universal? ¿Los gofres? Son fatalmente indigestos. ¿Carlos V? Fue un soberano nefasto, responsable entre otras cosas de nuestro desangre financiero en el Imperio (su Imperio) y de barbaridades como el Sacco di Roma. ¿Tintín? Un cursi prefascista. ¿Las Parabellum de 9 mm. que ahora vuelven a empuñarse? ¿Los diamantes de Amberes que últimamente descubrimos que están hechos de sangre más que de carbono? ¿Las odiosas “frites” con su repugnante grasa hidrogenada, que atascan sin solución los sistemas vasculares y neuronales de sus adictos?

Pues sí, nuestro continente sería lo mismo más o menos sin ese minúsculo e intrascendente país que es Bélgica en el que ni siquiera se ponen de acuerdo para hablar bien una sóla lengua, ya sea el francés o el holandés, y que se empeñan en expresarse en ese fistro de idioma ininteligible que es el valón.

Oh, sólo echaríamos de menos los estupendos chistes de belgas que se inventan cada día los franceses. Porque es cierto que Belgica es una especie de Lepe pero a escala continental (¿cómo se hunde un submarino belga? Muy fácil, baja un buzo y llama a la puerta…)

Pero cuando comentaba todo esto ante una Valentina que no paraba de reirse, seguramente más por mi rudimentario italiano que por mis boutades antibelgas (que en realidad sólo eran un astuto recurso por mi parte para evitar que entrásemos en el odiado momento de los ejercicios gramaticales), ella me interrumpió y me dijo algo en lo que yo no había caído y que me dejó totalmente desarmado en mi argumentación. ¡Jaques Brel era belga!

Y entonces, yo, que soy el hombre más riguroso del mundo, no tuve más remedio que retirar todo lo dicho, callarme y resignarme a que Valentina pasase al temido momento de revisar el presente de subjuntivo de “gli verbi irregolari.”

Desde luego, Brel redime a ese pueblo gris y aburrido. Hay que bendecir a Bélgica por haber hecho posible tanta poesía, tanta belleza, tanta emoción como la que ponía Brel en sus canciones.
Y no se trata solo del legendario “Ne Me Quitte Pas”, la canción lacrimógena por antonomasia. Hay muchas más obras de arte en la discografía de Brel.
Por ejemplo, “Quand on n’a que l’amour”. La letra es un poema casi sublime. La voy a copiar aquí, con una traducción improvisada, que seguro será imperfecta. Y si alguien quiere descargarse el tema, ya sabe solo tiene que hacer clic.

QUAND ON N’A QUE L’AMOUR


Quand on n'a que l'amour
A s'offrir en partage
Au jour du grand voyage
Qu'est notre grand amour
Quand on n'a que l'amour
Mon amour toi et moi
Pour qu'éclatent de joie
Chaque heure et chaque jour
Quand on n'a que l'amour
Pour vivre nos promesses
Sans nulle autre richesse
Que d'y croire toujours
Quand on n'a que l'amour
Pour meubler de merveilles
Et couvrir de soleil
La laideur des faubourgs
Quand on n'a que l'amour
Pour unique raison
Pour unique chanson
Et unique secours
Quand on n'a que l'amour
Pour habiller matin
Pauvres et malandrins
De manteaux de velours
Quand on n'a que l'amour
A offrir en prière
Pour les maux de la terre
En simple troubadour
Quand on n'a que l'amour
A offrir à ceux-là
Dont l'unique combat
Est de chercher le jour
Quand on n'a que l'amour
Pour tracer un chemin
Et forcer le destin
A chaque carrefour
Quand on n'a que l'amour
Pour parler aux canons
Et rien qu'une chanson
Pour convaincre un tambour
Alors sans avoir rien
Que la force d'aimer
Nous aurons dans nos mains
Amis le monde entier.


CUANDO SOLO TENEMOS AMOR

Cuando solo tenemos amor
Para ofrecerlo entregándonos
El día del gran viaje
Que es nuestro gran amor
Nuestro amor tú y yo
Para hacer arder en gozo
Cada hora y cada día
Cuando solo tenemos amor
Para vivir nuestras promesas
Sin ninguna otra riqueza
Que la de creer siempre
Cuando sólo tenemos amor
Para amueblar de maravillas
Y para cubrir de sol
La fealdad de los suburbios
Cuando sólo tenemos amor
Como única razón
Como única canción
Y único socorro
Cuando sólo tenemos amor
Para vestir mañana
A pobres y pillos
De abrigos de terciopelo
Cuando sólo tenemos amor
Para ofrecérselo a esos
Cuyo único combate
Es el de buscar el día
Cuando sólo tenemos amor
Para trazar un camino
Y para forzar al destino
En cada encrucijada
Cuando sólo tenemos amor
Para hablar a los cañones
Para convencer a un tambor
Entonces sin tener nada
Más que la fuerza de amar
Tendremos en nuestras manos
Amigos, el mundo entero.

Jacques Brel.