Joludi Blog

Jul 8
Ajedrez
¿Estimula el ajedrez la inteligencia? Lo dudo. Si acaso estimula la inteligencia…para jugar al ajedrez (algo así decía Benavente). ¿Es un signo de inteligencia el saber jugar bien? No necesariamente. He conocido a algún imbécil que no jugaba...

Ajedrez

¿Estimula el ajedrez la inteligencia? Lo dudo. Si acaso estimula la inteligencia…para jugar al ajedrez (algo así decía Benavente).  ¿Es un signo de inteligencia el saber jugar bien? No necesariamente. He conocido a algún imbécil que no jugaba del todo mal. 

¿Entonces? Bueno, tal vez la reflexión sobre el ajedrez y su técnica sí puede aportar algo. El ajedrez es como la experiencia; enseña mucho, pero solo al que sabe ver. 

El ajedrez, sí, puede sugerirnos lo importante que es maximizar el grado de libertad en la concepción de estrategias, lo esencial que es disponer siempre de un plan, lo decisivo que es anticiparse a los proyectos del adversario, el valor de la iniciativa, la importancia de la centralidad, la identificación de puntos débiles y unas cuantas cosas más.

Pero además, el ajedrez sirve de metáfora explicativa en casos muy diversos. Pondré un ejemplo. Podríamos preguntarnos si el buen jugador es el que hace en todo momento las mejores jugadas posibles. ¿Sí? 

Pues no. En realidad, el buen jugador no hace siempre las mejores jugadas posibles. Tan pronto descubre un plan ganador, interrumpe sus cálculos y deja de buscar jugadas aún mejores. ¿Para qué esforzarse más si la partida ya está ganada? 

Eso mismo hacen los agentes económicos en la nueva economía behaviorial. No toman decisiones óptimas, sino subóptimas. En los días de lluvia, los taxistas no maximizan su ingreso permaneciendo toda la jornada en las calles. Se limitan a volver a casa antes, tan pronto han conseguido su factura habitual. Y la ciudad se queda sin taxis, en medio de la lluvia nocturna. 

El juego subóptimo del ajedrecista experimentado ayuda a comprender el comportamiento subóptimo del agente económico. Un comportamiento que como Thaler o Kahneman han demostrado, pone en cuestión casi todo lo que hasta ahora creíamos saber de economía, y explica en buena medida por qué la ciencia económica pertenece por derecho propio al trivium de las artes adivinatorias, junto con la astrología y el tarot.


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