Joludi Blog

Jul 29
Zeus y Yahvé.
Al anochecer, nos fuimos todos en bicicleta hasta la calzada romana, para contemplar el milagro de la Luna Roja.
Esperamos en silencio la llegada del eclipse, absortos en el horizonte, con esa especie de sentimiento religioso que solo...

Zeus y Yahvé.

Al anochecer, nos fuimos todos en bicicleta hasta la calzada romana, para contemplar el milagro de la Luna Roja. 

Esperamos en silencio la llegada del eclipse, absortos en el horizonte, con esa especie de sentimiento religioso que solo son capaces de provocar los acontecimientos singulares en el firmamento.

La religión nació sin duda mirando el cielo. Y el hombre siempre supuso que estaba en manos de los dioses el prodigioso poder de hacer que tengan lugar los eclipses, o incluso el de detener en su trayectoria a la Luna o el Sol.

Todas las mitologías mencionan esa potestad divina sobre los astros. 

Pero no todas de la misma manera…

Los griegos estaban convencidos de que Zeus detuvo el sol durante tres días, para alargar así su abrazo amoroso a la fiel Alcmene, a la que el dios sedujo mediante el engaño de disfrazarse de su ausente esposo, Anfitrión. De aquel encuentro de tres noches entre el dios y la mortal nació Hércules…

Uno puede fantasear con la idea de que esa detención solar fue la misma y coincidió en el tiempo con aquella de la que nos habla el Antiguo Testamento: “Y Yahvé dijo…¡sol detente!…Y el sol se detuvo…hasta que las personas se vengaron por completo de sus enemigos

¿Coincidieron en el tiempo aquellas dos paradas del sol, esto es, la que permitió a Zeus prolongar los placeres del amor y la que facilitó el exterminio a los enemigos de Israel en Beth-Horan? Seguro que sí, por “economía procesal astral”, podríamos decir. Tiene lógica…

Lo que pasa es que el móvil erótico del mentido seductor olímpico se le hace a uno mucho más simpático que el sangriento afán vengador del dios de Josué. 

Si el sol ha de pararse, mejor que sea tan solo para que la noche de amor se haga interminable…


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