Videos Parentales
El escenario de la tecnología nos muestra evoluciones de las cosas que parecen muy difíciles de prever a priori. O tal vez muy fáciles, si uno se fija sin prejuicios en lo esencial de la naturaleza humana, que no cambia demasiado a través de los milenios.
Por ejemplo, You Tube. Esta web se ha convertido en la parte más dinámica de todo Internet a consecuencia de las inagotables contribuciones audiovisuales de los usuarios.
Pero lo que nadie podía prever (o a lo mejor sí) es que el espacio de You Tube se estuviera agotando en nuestros días por causa de un tipo de contribución relativamente inesperado.
Lo que está saturando You Tube no es el material porno, como algunos suponían. Ni los vídeos violentos, como otros temían. Ni las ofertas comerciales. Ni los vídeos sectarios o proselitistas.
Lo que está saturando You Tube son los vídeos que los papás hacemos a nuestros hijos.
No contentos con grabar compulsivamente en vídeo cada una de sus gracias o habilidades, nos precipitamos a la Red para dar inmediato testimonio visual al universo entero de las incomparables habilidades de nuestra progenie.
Eso es lo que está acabando con los espacios de memoria en los servidores de You Tube y no las acrobacias eróticas de la exuberante Vivian Schmidt.
Seguro que los tres fundadores de You Tube, que comenzaron su aventura empresarial en aquel garaje de San Bruno, California, allá por febrero de 2005, jamás pudieron imaginar que su invento se pondría en riesgo de inviabilidad por la irresistible voluntad de los orgullosos progenitores por colocar en el escenario a sus pequeños.
Cada día, miles de papás suben a You Tube sus vídeos, en los que podemos disfrutar hasta el éxtasis de los primeros pasos de Tommy, de la forma en la que François se mancha de potito, de la enérgica manera en que Gunther toca el tambor que le regaló su tía Bertha y un millón de cosas así, a cual más apasionante.
Pero, lógicamente, You Tube es You Tube, y junto a un océano de vídeos parentales infumables por lo aburridos, también encontramos auténticas perlas audiovisuales que nos hablan de niños y niñas más o menos prodigiosos en las tareas más chocantes que podamos imaginar.
Por ejemplo, entre mis favoritos, por lo friki, está la pequeña Aby, que con cuatro años es capaz de recitar de memoria el famoso discurso de Martin Luther King (el de “¡He tenido un sueño”!, que ahora anda sirviendo de inspiración a una cuña de radio de los concesionarios Ford de la Comunidad de Madrid, manda narices).
Y hay muchos más ejemplos llamativos en You Tube sobre este tipo de niños prodigio: la pequeña Lily reconoce en el planisferio todos los estados del mundo, y sólo tiene 2 años; un bebé de nombre desconocido con solo 12 meses de vida parece reconocer a todos y cada uno de los presidentes de los Estados Unidos (sorprendentemente, no parece echarse a llorar al ver la cara de Reagan o Bush, lo que me hace pensar que es un montaje).
Y hay mucho más. Uno de mis favoritos es un chavalín ruso de siete años que hace unas maravillas con el balón de fútbol que dejarían en la sombra al mismísimo Maradona. Creo que ya han intentado contactar con el afortunado papá algunos cazatalentos de grandes equipos.
Todo esto demuestra que la tecnología puede cambiar todo, menos las verdaderas claves de la naturaleza humana.
Jardiel Poncela decía que después de haber viajado mucho, había llegado a la conclusión de que los hombres de los diferentes países solo se diferenciaban como mucho por la marca de ropa interior que usaban. Yo pienso, igualmente, que la idea se puede aplicar igualmente al plano temporal. La Humanidad no cambia gran cosa a través de las épocas. Cada vez estoy más convencido de ello.
Y ahora que lo pienso, me doy cuenta de que yo mismo también subí en su día a You Tube un vídeo de mi hija cantando una preciosa canción de Evanescence en la Escuela de Música local. Y para colmo, añadí una pequeña nota indicando que el sonido estaba mal, y que por eso se la oía poco.
El que esté libre de pecado…