Joludi Blog

Oct 1
Inpones plagiario pudorem.
El plagio es un invento español.
En cierto sentido, al menos.
Porque fue Marcial, nuestro insigne vate bilbilitano, quien usó por vez primera, hace casi dos milenios, la palabra plagio, para referirse a quien hace pasar por...

Inpones plagiario pudorem.

El plagio es un invento español.

En cierto sentido, al menos. 

Porque fue Marcial, nuestro insigne vate bilbilitano, quien usó por vez primera, hace casi dos milenios, la palabra plagio, para referirse a quien hace pasar por suya la creación ajena. 

Hasta Marcial, el plagiador (el plagiarius, derivado del griego plagios, desvío, línea oblícua) era simplemente el que corrompía o desviaba a un esclavo de otra persona en su propio beneficio y, por extensión, quien se apoderaba indebidamente un esclavo ajeno o manumitía como esclavo a un hombre libre sabiendo que lo era.

Pero en su epigrama 52 del Libro I, Marcial arremete contra un tal Fidentino. Este individuo recitaba los versos de Marcial como si fuesen suyos, es decir se apoderaba de sus poemas y, por lo tanto, los esclavizaba sin derecho, tal como lo hacía el plagiador de siervos con los esclavos ajenos.  En el epigrama, Marcial invita a un tal Quinciano, amigo de Fidentino, a que proclame quién es el verdadero dueño de los versos:

 “A tí te encomiendo Quinciano, mis libritos, si es que los puedo llamar míos, ya que los recita como suyos tu amigo el poeta. Cuando oigas que esos versos se quejan de su gravosa esclavitud, y cuando él se haga pasar por su dueño, por favor, acude en ayuda de los versos y dí que son míos, y qué han sido manumitidos. Si lo dices bien fuerte, harás que le de verguenza al plagiario” (“Commendo tibi, Quintiane, nostros dicere si tamen libellos possum, quos recitat tuus poeta. Si de servitio gravi queruntur adsertor venias satisque praestes et, cum se dominum vocabit ille, dicas esse menos manuque missos. Hoc si terque quaterque clamitaris, inpones plagiario pudorem.”)

Pero al comparar lo plagiado con el esclavo robado, Marcial está pasando por alto que a diferencia de los esclavos, la creación plagiada no puede proclamar por sí misma su derecho, y ha de soportar, en ominoso silencio, su mentido origen. Esto es lo que hace particularmente infame el plagio y es lo que justifica que, por ejemplo, otro insigne aragonés como Jardiel Poncela juzgase el robo de ideas como un delito más grave que el robo de cosas, pues, decía Jardiel, son más valiosas las ideas que las cosas.

El consuelo, al menos, es que cuando el ladrón de ideas es desenmascarado, le sobreviene una verguenza que no suele padecer el ladrón de objetos al ser descubierto

En este sentido sí que acierta de pleno Marcial con las últimas palabras de su epigrama: inpones plagiario pudorem…harás que le de verguenza al plagiador.


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