El triunfo de Mani
Las redes sociales tienen un alma maniquea, en perfecta y poética coherencia con la esencia binaria del triste mundo digital.
Las redes sociales son el reino del me gusta y del no me gusta. Del te amo y del te odio. Pero no hay sitio en ellas para el no estoy seguro, para el quizá, para el muy humano tal vez.
Y ocurre que todo el progreso del ser humano está en relación con la duda, con el asombro creador ante lo que no acabamos de comprender bien, con la incertidumbre que se asume y que es la única via para llegar a nuevas instancias del conocimiento.
No tengo facebook, ni instagram, ni twitter. Y a regañadientes escribo en esta plataforma donde también reina el like o su ausencia. Pero a lo mejor me pensaré entrar en esas redes el día en el que además del icono de la manita con el pulgar hacia arriba también exista la posibilidad de expresar la fértil conciencia de no tener claras las cosas, el día en que se pueda clicar en un icono para manifestar la duda, el día en que sea posible constatar con humildad la ignorancia propia respecto a cierto asunto u opinión. El día en el que Mani, ese último profeta que un Dios imprudente quiso enviar a los hombres, deje paso a la duda razonada y razonable, que viene a ser el único cimiento sobre el que construir, si acaso, un poco más de conocimiento.
