Joludi Blog

Oct 7
Derecho a Blasfemar.
Me dice Laura que ella admira a cierto actor envuelto ahora en tribulaciones judiciales por ciertos exabruptos que él ha emitido y que han hecho sentirse muy ofendidos a un grupo de aguerridos letrados que se autoproclaman...

Derecho a Blasfemar.

Me dice Laura que ella admira a cierto actor envuelto ahora en tribulaciones judiciales por ciertos exabruptos que él ha emitido y que han hecho sentirse muy ofendidos a un grupo de aguerridos letrados que se autoproclaman católicos militantes.

Yo no siento tanta simpatía por el personaje. Pero en cambio, tengo que reconocer que entre nuestros derechos individuales podría incluirse también un cierto derecho a la blasfemia. Sería el mismo derecho cuyo ejercicio supuso la muerte de los dibujantes de Charlie Hebdo a manos de quienes negaban (y niegan) ese derecho a blasfemar que yo creo ha de defenderse, e incluso protegerse.

Yo me niego a aceptar esa tesis políticamente correcta que nos pide respetar los derechos de todas las creencias y proteger los derechos de todas las identidades culturales.  

Pues ocurre que hay creencias que es dudoso que merezcan algún respeto o protección. 

Y me da que la identidad cultural es más bien un puro constructo, una invención, un artificio generalmente al servicio de quienes aspiran a arrebatar a otros, que a su vez se sirven de distintas “identidades”, su porción de poder y privilegios.

Me parece a mí que los sujetos de los derechos son los individuos. Y solo los individuos. 

No acabo de ver que pueda ser un sujeto de derechos la asociación de amigos de la colombofilia de Sos del Rey Católico. Ni la Comisión Directiva de los Testigos de Jehová. Ni la Banda Musical de Quart de Poblet. Ni la Cofradía de Pescadores de Ribadeo. Ni tampoco el Islam o la Religión Católica, sean esas hipóstasis lo que sean.

Si en aras de una tolerancia mal entendida aceptamos la falacia de conceder derechos a las confesiones religiosas, a las identidades culturales, a los “pueblos”, o a los practicantes del jiujitsu o la halterofilia, acabamos por arruinar el espacio civil único y el ordenamiento jurídico compartido por todos.

Derecho a blasfemar. Por supuesto. 

Y si se sigue persiguiendo por estos lares a quienes lo hacen o si se siguen promoviendo sin pudor los presuntos derechos colectivos de las confesiones religiosas o de las llamadas identidades culturales, me temo que yo mismo voy a acabar blasfemando.


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