Marta me preguntá por qué el gobierno turco parece tan enfrentado con el saudí, siendo ambos de obediencia musulmana.
Le explico que el Imperio Otomano, uno de los más grandes y longevos que ha visto la historia, empezó a quebrar justo cuando, a primeros del XIX, unos integristas islámicos dirigidos por el primer rey Saudí, movilizaron a las tribus de la península arábica, se alzaron contra Constantopla argumentando razones meramente religiosas, conquistaron a sangre y fuego la Meca y Medina e hirieron de muerte al Imperio turco, que se limitaría a agonizar durante los cien años siguientes.
Arabia Saudí es un estado que surgió del fanatismo religioso. Y que vive en el fanatismo religioso. Turquía, después de todo, viene a ser todo lo contrario, pues acertó a convertirse en un estado más o menos laico. Al menos durante los últimos cien años.