Joludi Blog

Dic 24
Virgilio, Santa Brígida y el Caganer..
¿De dónde nace la tradición del belén navideño?–me pregunta Mercedes mientras paseamos por El Escorial, viendo ese Nacimiento a grandezza naturale que el Ayuntamiento del Real Sitio se obstina en instalar cada...

Virgilio, Santa Brígida y el Caganer..

¿De dónde nace la tradición del belén navideño?–me pregunta Mercedes mientras paseamos por El Escorial, viendo ese Nacimiento a grandezza naturale que el Ayuntamiento del Real Sitio se obstina en instalar cada año por todas las calles y plazas de la localidad–¿por qué pervive durante siglos la extraña iconografía de ese niño salvador, nacido de una virgen, tendido desnudo sobre las pajas de un comedero de animales, y rodeado de dos criaturas de granja?

Pues–le contesto –en realidad, esta iconografía forma parte de un ciclo mitológico antiquísimo que adopta incontables formas. El mismo formato (es decir, bebé desamparado, nacido de forma sobrenatural (de una virgen, de una roca, de un árbol), criado en cuevas, en clandestinidad, o asistido por animales, que viene a redimir y salvar el mundo con poderes divinos o semidivinos, lo encontramos en Gilgamesh, en Zeus, en Hermes, en Adonis, en Tammuz.  en Dionisos, en Mitra…por citar solo unos pocos ejemplos que encajan entre sí casi a la perfección.

A ese arquetipo casi universal, el puer eternus, el niño divino junguiano, contribuye nada menos que Virgilio, el gran poeta de guardia y “líder de opinión” durante los cuatro o cinco siglos en los que va germinando en el Imperio Romano la religión de Cristo. Uno de sus poemas, como bien sabía Dante y nos aclaró Lactancio, tenía un aire extrañamente profético (escrito en torno al 40 a.c.) e inspiró por ello la tradición cristiana del nacimiento en el pesebre. Una tradición promovida y oficializada por el Emperador Constantino en el siglo IV y teatralizada en forma de “Belén” muchos siglos después por San Francisco de Asis, en una colina de Umbría.

La Egloga IV de las Bucólicas de Virgilio comienza dando una buena nueva anunciada por la profecía (Cumae venit). La buena nueva es el nacimiento de un niño (nascenti puero), bajado del cielo (nova progenies caelo demittitur alto) de madre virgen (iam redit et Virgo), que cambiará el orden de los siglos (ab integro saeclorum nascitur ordo), que pondrá fin a la edad de hierro (quo ferrea primum desinet), que inaugurará la de edad oro (surget gens aurea mundo), que nos redimirá de nuestros pecados (sceleris vestigia nostri) y que, en fin, traerá la paz a todo el orbe (pacatumque reget patriis virtutibus orbem).

–De acuerdo-sigue cuestionando Mercedes-pero ¿por qué el niño está solo y desnudo, tendido en la paja del comedero, y no en brazos de su madre, que sería lo más lógico? ¿y qué pintan el buey y el asno? ¿y por qué están los Reyes Magos? ¿son una aportación de la fantasía popular?

–No exactamente. Todo lo que has citado es sesuda elaboración teológica, aunque ciertamente se diría que se trata de puros elementos fantásticos tradicionales. Muchos elementos ya están sugeridos en  uno de los evangelios apócrifos, el de Juan, concretamente, que fue muy popular entre las primeras comunidades cristianas. La idea del niño tendido en el comedero y totalmente desnudo se la debemos a Brígida, la santa sueca que viajó ¡con 68 años y en el siglo XIV!, a Tierra Santa , y concibió allí, tal vez inspirada por textos de Origenes y Celso, el formato visual del Nacimiento, tal como ahora lo conocemos (un día hablaremos de esta fascinante Brigitte Birgersdotter y de sus misteriosas visiones). Tal vez intuía Santa Brígida que la desnudez y el aislamiento del bebé era más coherente con su protagonismo como “redentor” antisistema, podríamos decir, y con el valor simbólico de su encarnación, que si el niño estuviese en convencionales brazos maternos. En cuanto al buey, el asno y el comedero, los teólogos los vinculan a un pasaje bíblico en el que el Isaías fustigaba al pueblo de Israel por no conocer al Señor, su amo, y por hacer caso omiso del alimento espiritual del que Yahvé les proveía. En realidad, en el Evangelio de Mateo (al que con Lucas debemos todos los diferentes-y muy contradictorios- elementos de la narración navideña cristiana) parece haber una obsesión por buscar confirmación de antiguas profecías bíblicas. Insiste Mateo en ello tres o cuatro veces al menos. Es interesante.

–¿Y las estrellas, los pastores, los tres magos de oriente?

Como es bien sabido, las estrellas subrayan el origen divino del niño, los pastores simbolizan la redención de los más humildes, y los magi de oriente, entendidos como preceptores de príncipes mesopotámicos, dan idea de la universalidad y del poder supremo del recién nacido, el rey de los reyes (especialmente de los reyes precisamente que cautivaron al pueblo de Israel). De alguna manera, como te he dicho, el narrador evangélico, ya sea canónico o apocrifo, introduce todos estos elementos para justificar que se cumple, si bien de forma un tanto ambigua, lo previsto en las Escrituras.

–¿Y qué me dices del caganer de los belenes catalanes?, me pregunta por fin Mercedes cuando ya nos disponemos a volver a casa. No me irás a decir que esto viene de la Torah…

Ese es un tema peliagudo. Te confieso que es algo que me desorienta. Pienso que acaso tiene relación con la idea de la abundancia que se vincula a la Navidad y a las antiguas fiestas paganas del solsticio de invierno.

–¿El caganer significa abundancia?

Abundancia. Fecundidad. Y acaso avaricia, según nos sugiere el psicoanálisis. Existe una cierta relación entre lo escatológico y el dinero, ese estiércol del diablo, en palabras de Papini. En el medievo, ya encontramos en los textos de Donato o Casiodoro la luego divulgada idea según la cual se puede obtener oro del estiércol (aurum colligere de stercore). Una idea que, por cierto, también tiene su origen en un poema de Virgilio..concretamente…

–Casi mejor me lo cuentas otro día.

Y nos vamos en silencio, caminando de vuelta, mientras a lo lejos suena un villancico en inglés…


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