Joludi Blog

Ene 1
Optimismo.
En una reciente entrevista, le preguntan a un famoso cardiólogo qué es lo que hay que hacer para aumentar el buen el ánimo y el optimismo, que se han demostrado decisivos para la salud cardiovascular.
El muy eminente doctor responde al...

Optimismo.

En una reciente entrevista, le preguntan a un famoso cardiólogo qué es lo que hay que hacer para aumentar el buen el ánimo y el optimismo, que se han demostrado decisivos para la salud cardiovascular. 

El muy eminente doctor responde al vuelo: no leer noticias.

Puede que tenga razón. Pero quizá le faltó mencionar también el inmenso flujo de información negativa que nos llega por los móviles y las redes sociales.

En la nueva sociedad hiperconectada en la que vivimos en el primer mundo, con billones de páginas de diarios on line consultadas a diario y una infinitud de mensajes circulando entre los móviles, es posible que el pesimismo sea el resultado neto del exceso de información. La sorprendente correlación entre bienestar y pesimismo, que deja perplejos a los sociólogos, tal vez se explique por esta hiperinformación que viene a ser un efecto colateral del desarrollo económico.

Al fin y al cabo, lo positivo casi nunca es noticia. 

Un mensaje o un vídeo en el que se indique, por ejemplo, que en el día de ayer 137.000 personas han salido de la pobreza (lo cual es estadísticamente cierto), no tiene casi ninguna opción de viralizarse.

A más bienestar, más información. Y a más información, más pesimismo

Esto explicaría que en buena parte de la Unión Europea, según los sondeos de opinión, menos del 10% de los ciudadanos piensen que el mundo va a mejor.

Porque en realidad es al revés. Exactamente al revés. 

Pese a los gobernantes majaderos. 

Pese a las catástrofes naturales. 

Pese al Brexit. 

Pese los Trump, a los Orban, a los Bolsonaros, a los Salvinis.

Pese a los zotes y a los azotes que nos dirigen. O que aspiran a hacerlo.

Pese a la incertidumbre económica. Pese al cambio climático. Pese a los crímenes espantosos y la violencia sin sentido. 

Pese a todo ello…el mundo va a mejor. 

A escala planetaria, la esperanza de vida ha pasado en poco más de un siglo de los 30 años a los 71, y llega a 80 en los países más desarrollados. 

Las plagas históricas de la Humanidad, como la malaria, la viruela, el cólera, la peste o la neumonía, están controladas, cuando no erradicadas. 

La tasa de pobreza extrema ha experimentado un descenso del 75% en los últimos 30 años. El 90% de los menores de 20 años del mundo saben leer. Existen aún muchas hambrunas y muchos conflictos bélicos, pero la comparación es sumamente favorable si miramos hacia atrás tan solo 50 o 100 años.

Por lo tanto, un buen propósito para el 2019 podría ser reducir, tanto como se pueda, la hiperinmersión informativa. Abstenerse en lo posible de consultar el móvil cada minuto. Dedicar menos tiempo a mirar noticias on line y mucho más a leer buenos libros. Sustituir hasta donde se pueda el facebook o el whatsapp por los apretones de manos, los paseos en compañía y los abrazos. 

Tenemos que poner freno a este disparate de la hiperinformación.

Tenemos que volver al mundo real, que no es ni mucho menos tan malo como se nos presenta en las pantallas de los móviles o los ordenadores. 

Ahí fuera existe una realidad que es mucho mejor de lo que esas pantallas nos están sugiriendo.

Necesitamos seguir creyendo en el futuro. Y dejar de dar crédito a lo que se nos dice a cada instante por mil y un canales. Incluido este mismo blog, que tú, amable lector, estás leyendo ahora. Y desde el que te envío mis mejores votos para un año de renovado optimismo. Hay razones para ello.


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