Joludi Blog

Ene 12
Tiempo de Infamias.
Disfrutamos viendo una colección de posters propagandísticos de la Guerra Civil. Es un regalo maravilloso que me han hecho estas navidades, con las creaciones geniales de artistas de la talal de Parrilla, Melendreras, Monleón y...

Tiempo de Infamias.

Disfrutamos viendo una colección de posters propagandísticos de la Guerra Civil. Es un regalo maravilloso que me han hecho estas navidades, con las creaciones geniales de artistas de la talal de Parrilla, Melendreras, Monleón y muchos otros.

Al hilo de esos posters que vamos examinando, con creciente asombro, Marta me dice que a lo mejor algún día se hace una serie sobre la Segunda República Española y la Guerra Civil. ¿Por qué no?

A mí me parecería muy bien. Siempre que la producción se hiciese con cierto rigor histórico, si es que decir esto no es un oximoron. Pero lo interesante, le digo a Marta, no sería la guerra civil en sí misma, porque al fin y al cabo todas las guerras son en esencia muy parecidas. Lo interesante sería narrar cómo se llegó a aquella guerra. El camino por el que las guerras se desencadenan es lo único que nos enseña algo. Si acaso.

-¿Te refieres a obtener lecciones para el presente?

Sí. Sería muy interesante que los tipos de Netflix o HBO se animasen a hacer una serie sobre el período terrible que va desde Abril del 31 a Julio del 36, es decir, sobre la cadena de movimientos sociales y políticos que condujo fatalmente al conflicto bélico español. Tal vez aprenderíamos algo de cara al momento actual, que en no pocos aspectos evoca los turbulentos años 30.

–¿Cómo se podría titular esa serie?

–Pues a mí se me ocurre “Tiempo de Infamias” que suena bien y hace justicia a aquella conyuntura histórica. Podríamos usar también otros sustantivos y adjetivos. Qué se yo: majadería colectiva, barbarie recíproca, despropósito masivo, irresponsabilidad, brutalidad generalizada…pero lo cierto es que la palabra infamia sintetiza muy bien todo lo que ocurrió en aquel período.

–Te referirás a la infamia de la conspiración y el golpe de estado franquista, quiero pensar.

–Pues no solo. En realidad, aquellos tiempos fueron una sucesión de múltiples infamias. De un lado y del otro. A cada movimiento brutal, sedicioso, majadero o irresponsable de una parte del espectro político, le sucedía otro movimiento brutal, sedicioso, majadero o irresponsable de la parte opuesta. Esa es la dinámica de los desastres sociales. Siempre es así. Y digo esto  sin negar que la responsabilidad última del comienzo de aquella cadena de infamias y la de su terrible desenlace bélico, haya que atribuirla a más bien las fuerzas reaccionarias y conservadoras . Fuerzas que al final vencieron, pero no convencieron, por usar la famosa expresión atribuida a Unamuno, que por cierto, fue un notable defensor del golpe de Estado.

–¿Podrías ser más específico? ¿Podrías serlo en pocas palabras y no con tu habitual facundia? ¿Cuáles serían los episodios de esa serie en la que Netflix nos contaría la “sucesión de infamias”, como tú dices?

–Pues el episodio piloto lo titularía yo como “Crisis”. Sería una especie de puesta en escena en la que se describiría la atmósfera fragilidad en la que nacía y daba sus primeros pasos el nuevo régimen repúblicano del 31. Un regimen, que se debatía en el contexto de la enorme crisis económica global del 29, del emerger de los totalitarismos a escala planetaria, de la desconfianza hacia las élites políticas en todo el mundo y del sorprendente poder en España del anarquismo más irredento, que contaba aquí con más de dos millones de afiliados a su sindicato. Algo asombroso e inédito en el mundo. Y una clave para entender todo lo que pasaría después.

–De acuerdo. Eso sería el prólogo. Pero vamos con la primera infamia de la sucesión.

–El primer episodio de la serie, propiamente dicha, yo lo titularía Casas Viejas. Ese es el nombre con el que ha pasado a la Historia la insurrección anarquista de Enero de 1933. Fue la primera gran infamia de la cadena. Aquella insurrección culminó en un baño de sangre a cargo de las fuerzas del orden en el pueblecito gaditano de Casas Viejas. Se rumoreó incluso que el propio jefe de Gobierno progresista-Azaña-había incitado a la barbarie policial, con la infame frase, que en realidad nunca pronunció, de “¡tiros a la barriga!”.

Casas Viejas evoca una infamia por partida doble. Infamia en la insurrección, que fue violenta e ilegítima, pues se alzó contra un gobierno democrático y, en principio, progresista. Pero aún más infamia si cabe, en el aplastamiento brutal y sangriento de la insurrección por parte de un Gobierno de izquierdas.

Y con el infame levantamiento anarquista  y con la no menos infame represión por parte del gobierno, se selló la división de las fuerzas de que habían hecho posible el cambio de régimen dos años antes. El sistema electoral, que primaba enormemente las coaliciones y que había hecho posible el esperanzador milagro de las Cortes Constituyentes del 31, ahora no tardaría en jugar en contra de una izquierda que ya no sabría unirse de nuevo hasta la llegada del Frente Popular. Y aún entonces, lo haría malamente, a regañadientes y con desastrosas consecuencias. Pero no adelantemos acontecimientos.

–Exacto. Paso a paso. Episodio a episodio.

–O infamia tras infamia. El segundo episodio de la cadena, lo titularía como “Caos” o algo similar, y fue una consecuencia directa de Casas Viejas y de la atmósfera de insoportable anarquía e inestabilidad con la que se iniciaba aquel oscuro año de 1933. La voz de alarma ya estaba sonando bien alto entre las fuerzas conservadoras. Las revueltas callejeras aumentaban. Se percibía un ambiente de golpe de estado inminente contra el agotado gobierno de izquierdas (como la intentona del verano anterior, a cargo del General Sanjurjo). Se planteaba un recurso al totalitarismo que pudiese salvar a la patria en peligro. 

-¿Tan mal estaban las  cosas en aquellos tiempos para la democracia?

-Era casi un problema global. Pensemos en que en ese mismo año Mussolini estaba en el auge de su fuerza, y Hitler se las había arreglado para conquistar todo el poder en Alemania. El ejemplo internacional para los reaccionarios españoles era obvio. En ese contexto fue en el que tuvieron lugar las elecciones de 1934, en las que la derecha integrista y ya muy bien unida por el aglutinante católico, militar y financiero aplastó electoralmente a una izquierda dividida y desorientada. 

La infamia aquí también incluiría el cainismo de los progresistas y la incapacidad de las fuerzas de izquierda para unirse, siguiendo una especie de fatalismo histórico que ha echado a perder tantas oportunidades al progreso social y libertad en España.

–Comprendido. Pues vamos con el tercer episodio. Ya hemos visto “Casas Viejas”, y “Caos”, además del prólogo

–Yo titularía el tercer episodio como “Revolución”. 

-Estábamos en las elecciones de 1934, en las que renació en las urnas la gran derecha.

-Sí. Y sucedió que la derrota de las izquierdas en aquellas elecciones del 34 fue muy mal digerida por los vencidos. Y germinó una nueva, masiva y violenta insurrección contra el gobierno de derechas, que no estaba tardando nada en desmontar sin contemplaciones la legislación progresista en material laboral y de reforma agraria recién implantada por los gobiernos anteriores.

-O sea, otro año de inestabilidad en las calles…

-Exacto. Pero la nueva insurrección del 34, no menos infame que la del 33, fue esta vez promovida no solo por el anarquismo, sino por las mismísimas fuerzas socialistas. Se declaró la Huelga General Revolucionaria. Se asaltaron cuarteles y ayuntamientos, especialmente en Asturias. Se asesinó a guardias civiles y a sacerdotes. Y se extendió el desorden por todo el país. En Barcelona, Companys, que solo hacía unos meses había ocupado el cargo de ministro del gobierno español, declaraba por su cuenta y riesgo la independencia de Cataluña. Y en esa misma Cataluña, Manuel Azaña había estado tanteando poco antes la posibilidad de crear un gobierno español alternativo al de Madrid con sede en Barcelona…¡el mismísimo Manuel Azaña!.

–¿Y que ocurrió entonces?

–Ocurrió lo esperable. El nuevo gobierno de derechas orquestó la brutal represión militar de la Huelga General Revolucionaria (poniendo al mando de ella a a un joven general llamado Franco). Las calles se llenaron de sangre y las cárceles de activistas.  

Este sería el cuarto de episodio de la serie y creo que podría titularse “Represión”. Sería un episodio lleno de fuego y furia. Mucha acción, tristemente.

–Vamos con el siguiente, que esto se está haciendo eterno.

–Pues las izquierdas no tuvieron más remedio que reorganizarse ante la prepotencia de un gobierno implacable de derechas que además ya coqueteaba sin reparos con movimientos totalitarios al estilo italiano o alemán. El cemento para dar cohesión a esa unión de izquierdas era sobre todo la necesidad de sacar de las cárceles a los miles de sindicalistas y líderes políticos encerrados tras las revueltas del 34. Así surgió el Frente Popular al que se incoporarían, junto con comunistas, socialistas y azañistas otras fuerzas muy diversas, tales como Ezquerra Repúblicana o los anarquistas. Fuerzas que, insisto en ello, discrepaban enormemente entre sí, y solo se incoporaban al Frente Popular por la necesidad de sacar a sus gentes de las cárceles con una amnistía. Solo por eso. Sería una unión artificiosa que no podría sino entrar en crisis una vez comenzada la guerra inminente con consecuencias funestas para el régimen legítimo.

Esas izquierdas frágilmente agrupadas en el Frente Popular consideraban además una provocación y una amenaza insoportable que el nacional-catolicismo entrase también en el gobierno, de la mano de un líder ambicioso, prepotentge y temible como Gil Robles, una especie de Mussolini confesional e ibérico, salvando las grandes distancias. 

Le reorganización de las izquierdas en el Frente Popular, y la permanencia del caos y la inestabilidad callejera aceleró las tentaciones involucionistas del gobierno en el poder. Se percibía el riesgo evidente de un golpe de estado desde dentro. Los militares maniobraban y conspiraban. Franco se ofrecía sin pudor a Gil Robles para poner el ejército que ya comandaba al servicio del “orden”. 

El gobierno provisional (en funciones hasta la constitución del que saldría de las urnas) especulaba con la posibilidad de declarar el Estado de Guerra en todo el país, lo que hubiera sido la condición suficiente para el autogolpe. Y quizá ese golpe interior hubiese llegado sin remedio a finales del 35 de no ser porque el Jefe del Estado, el progresista Alcalá Zamora, decidió in extremis disolver las cortes y convocar las elecciones del 36, el 8 de Enero de ese mismo año. Con ello, el Jefe del Estado esperaba que las izquierdas reorganizadas pudiesen neutralizar a través de las urnas a un gobierno que mostraba claras veledidades reaccionarias e involucionistas. 

Con esa convocatoria electoral del 36 se concluiría el Cuarto episodio de la serie que no tendríamos más remedio que haber titulado como “Frente

–Claro, Frente, de Frente Popular. Pero entiendo entonces que estamos ya muy cerca del último episodio. Menos mal. 

–Sí. Ya vamos terminando.

–Pues no estoy segura de que Netflix te comprase el guión de algo tan largo y complicado. Estoy hecha un lío con tanta insurrección y tanta represión subsiguiente. Y tampoco me queda claro a quién le adjudicamos, en lo último que me has contado, el sambenito de la infamia. Supongo que a ambas partes a la vez…pero vamos, concluyamos. ¡Siguiente y último episodio, por favor!

–El episodio final se llamaría algo así como “Revancha y Golpe”, aunque no me acaba de convencer ese título. Pero tiene sentido. Porque lo que ocurrió es que las izquierdas agrupadas se pudieron tomar la revancha al ganar, con una amplia mayoría en el Parlamento, las elecciones de Enero del 36, como tal vez esperaba el Jefe del Estado cuando las promovió. Pero ¡cuidado! ganaron solo en escaños. En realidad, las izquierdas perdieron en votos. Ocurre que el sistema electoral, como en las elecciones del 31 y del 34, primaba muchísimo a las coaliciones como la que el Frente Popular acababa de formar. 

Sin embargo, el Frente Popular obvió el hecho indiscutible de que el país estaba dividido en dos mitades y que una ligera mayoría social, si acaso, correspondía a la derecha. Y surgió otra vez el revanchismo cainita tan característico de la historia española. Los seguidores de las izquierdas se tomaron la justicia por su mano y no esperaron siquiera a la esperada amnistía para que salieran de las cárceles sus presos. Se asaltaron los centros penitenciarios y se abrieron por las bravas sus puertas. Por todo el país se respiraba un aire de venganza y violencia. El gobierno en funciones, cuando todavía el Frente Popular no había ocupado el poder, amagaba con declarar nuevamente el Estado de Guerra en todo el país (y ya se había declarado el previo Estado de Alarma al día conocerse los resultados de las votaciones). 

Ante la amenaza del Estado de Guerra, el Jefe del Estado, indebidamente y sin respetar los procesos y procedimientos legales, maniobró para dar paso al nuevo gobierno frentista. La suerte entonces estaba echada, porque los militares se sentían ya plenamente legitimados para actuar, ante el desorden y los atropellos institucionales. Estaban convencidos de que había que movilizar a la tropa y ocupar el poder por las armas. Y así fue como tuvo lugar el llamado “alzamiento” del 36. Alzamiento, sí, un burdo eufemismo para denominar lo que fue un puro golpe de Estado militar. 

–O sea, que nuevamente estamos, en este episodio final, ante una infamia por parte de todos. 

–Una infamia colectiva. Todo el mundo fue culpable, por más que ante aquel golpe de estado que ocasionó un colosal baño de sangre, no nos podamos mantener neutrales, claro está.  Pero lo cierto es que todo el período de aquellos 5 años, entre Abril de 1931 y Julio de 1936 fue un encadenado de infamias.

–¿Y cuál sería la lección que podríamos sacar de aquel encadenamiento de infamias?¿Qué moraleja tendría la serie de Netflix que te has sacado de la cabeza?

–Pues justamente la idea misma del encadenamiento. En la dinámica social, una infamia lleva a otra infamia. Una barbarie lleva a otra barbarie. Una imprudencia lleva a otra imprudencia. Eso es todo lo que podemos aprender de la Historia. Y eso es lo que debería hacer a los políticos y líderes sociales mucho más prudentes y cautos de lo que usualmente son. Las infamias las carga el diablo. 

–Entonces, a tu juicio, ¿ningún tiempo está a salvo de convertirse en “tiempo de infamias”?

–No. Si el número de líderes irresponsables y temerarios sobrepasa cierta masa crítica. Pero dejémoslo ahí. 


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