
El político, la vaca y la lira.
En un reciente período electoral, cierto prebostillo periférico consiguió algo de notoriedad porque en uno de los actos de su campaña, hizo ademán de conversar con una vaca.
Acaso pretendía mostrar de ese modo su afecto hacia el mundo agropecuario, no menor por supuesto que el que ofrece al sector industrial o de servicios. No lo tengo claro.
Ayer o anteayer, en vista de que dicho prebostillo va a ocupar una ansiada magistratura, han vuelto a comentar los medios aquel llamativo episodio de zoolalia política, y en algún lugar he leído que le ponían al buen hombre tacha de prosaico por aquella su breve cháchara con el ganado.
¿Prosaico? ¿Prosaico hablar con una vaca?
En absoluto. Debo aclarar que eso es algo muy lírico.
Es más, estamos ante la esencia misma del lirismo.
En la antigua Grecia encontramos el mito de Kerambos, que nos ha llegado a través de Antoninus Liberalis. Por este mito sabemos que existía una especie de equivalencia entre la vaca y lo que era el símbolo mismo de lo lírico, a saber, la lira.
En el Himno a Hermes, Homero ya nos dice que ese dios es, ante todo, dos cosas: el inventor de la lira y el ladrón de vacas (“nacido al alba, tañia la lira al mediodía y por la tarde robaba las vacas del certero Apolo”).
De hecho, en uno de los pasajes del mencionado himno, el autor ya plantea una cierta equivalencia mercantil entre la lira y las vacas.
La misma idea la encontramos en un poema grabado en mármol en el santuario de Arquíloco, dedicado a Apolo y a las Musas, en las afueras de Paros. El poema inscrito en la piedra nos cuenta cómo el hijo de Telesikles, pastor él, vio que una de sus vacas desaparecía como por arte de magia, y una lira ocupaba su lugar, prodigio que atribuyó a las musas y que le impulsó a la construcción del santuario a ellas dedicado.
¿De dónde viene esta relación entre la vaca y la poesía? Hay varias formas de ver este asunto. Y sin duda el prebostillo en cuestión, cuando decidió departir amigablemente con la vaca, estaba al tanto de todas ellas. Algo me dice que estamos ante un humanista.
En primer lugar, las líneas que el poeta escribe en el papel nos evocan los surcos que el buey va marcando sobre la tierra. Esto es obvio.
De hecho, la forma más primitiva en la que los poetas griegos escribían sus obras, trazando un renglón de izquierda a derecha y el siguiente de derecha a izquierda, llamábase bustrofedon, que significa “giro del buey” por parecerse al ir i venir del buey sobre el campo de labor. Bustrofedon viene de bous, que es buey, y de estrofe, que significa giro. Estrofe es, claro, el mismo término que nos dará estrofa, para referirnos a los componentes estructurales del poema.
En segundo lugar, el poeta en Grecia es ante todo un constructor. Poieo es el verbo griego que está detrás de la palabra poesía y significa tan solo hacer, crear, fabricar…Cuando en castelllano decimos hemopoiesis, por ejemplo, estamos refiriéndonos al proceso biológico de fabricación de sangre en el cuerpo.
Ahora bien, el buey también es un constructor. Solo con bueyes se pueden acarrear los grandes bloques de mármol que hacen posible levantar un edificio. Por eso, Arquitectura y Poesía son hermanas para los griegos. Píndaro compara en sus odas la creación de un poema con la construcción de edificios, a cuyas fachadas llama con una palabra vinculada a la poesía.
Y, en fin, por si tuviéramos dudas, la propia palabra “bucólico”, que viene a indicarnos la connotación lírica de la Naturaleza en su forma más prístina, es también un término que nos evoca la relación con los bóvidos. Bucólico deriva de bou y kolos, es decir, de vaca y de cuidar o explotar.
Y, claro está, en Virgilio y sus Bucólicas encontraríamos la más sublime y canónica expresión de esta vinculación esencial entre lo pastoril y lo lírico.
Creo por tanto que han sido muy injustos los periodistas al no reconocer el verdadero significado de aquella memorable plática entre el prebostillo y el rumiante.
Yo me atrevo a aventurar que dicho prebostillo, quien al parecer no tardará en ocupar su ansiado sillón de mandamás meridional, se limitó a hacernos un guiño cómplice y sabio, al objeto de sugerirnos su intención de pastorear líricamente a sus conciudadanos y convertir el territorio bajo su mando en una Arcadia feliz y, sobre todo, bucólica. ¿Alguién duda de que lo conseguirá? Por Zeus que así habrá de ser.